sábado, 31 de diciembre de 2016

Fallece Fernando Alvo Aguado, primer alcalde de la democracia en Alagón.

El exalcalde de Alagón D. Fernando Alvo Aguado falleció el pasado 23 de diciembre a los 86 años de edad. Había nacido en 1930 en el seno de una familia acomodada e influyente, propietaria del cine de la localidad. Fernando, como sus hermanos Antonio y Javier, se sintió pronto llamado por la actividad política. D. Antonio Alvo había sido concejal en los mandatos de Modesto Gracia y de Luis Latorre, pero el miembro de la familia que sin duda lograría desempeñar las más altas responsabilidades públicas sería D. Javier Alvo (1927-2015), histórico dirigente y fundador del PAR, diputado en Cortes, Consejero de Agricultura, Ganadería y Montes de 1987 a 1989 y pregonero de las Fiestas de Alagón en 1988.


En marzo de 1963 Fernando es nombrado Delegado Local de Juventudes de Falange Española, cargo en el que se mantuvo durante doce años. A principios de los setenta, mientras el régimen de Franco daba sus últimos coletazos, empezaban a vislumbrarse cambios en la sociedad española, tanto económicos como políticos y sociales. La villa de Alagón no permanecía ajena a este proceso histórico, que era impulsado por las generaciones más jóvenes, aquellas que no habían combatido en la Guerra Civil. Del mismo modo que lo será Adolfo Suárez a nivel nacional, Alvo representará en Alagón el paradigma de político reformista que, a pesar de proceder ideológicamente del franquismo, se alineará decisivamente a favor de la democracia. Tras la muerte del general, acaecida en 1975, se abre el ilusionante periodo conocido como la Transición que, a pesar de construirse sobre el entendimiento entre las distintas fuerzas políticas, no estará exento de obstáculos y dificultades. Una vez aprobada la Constitución y constituidas unas Cortes plurales y democráticas, llega el momento de renovar los Ayuntamientos, que tras un paréntesis de cuarenta años volvían a ser elegidos por sufragio universal. La fecha elegida para las primeras elecciones municipales desde la II República fue el 3 de abril de 1979.

Con la finalidad de concurrir a estos comicios, Alvo funda A Trabajar por Alagón (ATA), una candidatura blanca que aspiraba a modernizar la localidad desde una estricta independencia ideológica. En su programa electoral, breve, sencillo y conciso, ATA prometía "tranquilidad, bienestar y prosperidad para todos los alagoneses". No es casual que, de todos los programas políticos que se presentaron en 1979, el suyo fuera en el que más aparece la palabra democracia; se pretendía así distanciarse del anterior ayuntamiento franquista, con el que habían existido ciertos vínculos, y reafirmarse en esa imagen que querían transmitir como partido sin ningún tipo de ideología y formado por personas cuyos únicos intereses eran dar todo su trabajo para que el pueblo de Alagón mejorase en todos los aspectos que le fuera posible. El día 3 de abril los alagoneros acudieron masivamente a las urnas. El partido más votado fue ATA con 1401 votos, seguido por PCE con 655 y la Candidatura de Unidad de la Izquierda con 598 votos. De esta forma la representación en el ayuntamiento queda establecida con seis concejales para ATA, tres concejales para PCE y dos concejales para CUI. El pueblo podía hablar tras décadas de silencio y con su voto había decidido que D. Fernando Alvo Aguado se convirtiera en el primer alcalde democrático de Alagón desde 1936.


El problema escolar se agravó durante el mandato de Alvo. En la imagen, Escuelas de Barrio Nuevo.
Durante el mandato de Alvo se consiguieron grandes mejoras para la localidad: la renovación de las Escuelas Públicas de Barrio Nuevo; una nueva biblioteca; la creación del "Instituto Musical Miguel Arnaudas", filial del Conservatorio de Zaragoza; la consecución del acuerdo para instalar el Consultorio Médico en la Plaza Alhóndiga, la construcción de la Piscina Municipal, así como la urbanización y pavimentación de diversas calles y plazas. Sin embargo, tras cuatro años de convulsa legislatura, enfrentado a la oposición, acusado de autoritarismo, desilusionado y sin apoyos, y habiendo constatado que un político debe reunir una serie de condiciones de las que él carecía, decide no presentarse a la reelección. Durante toda la legislatura las dimisiones dentro de ATA habían sido más que frecuentes y ya entonces el partido había empezado a mostrar los primeros síntomas de resquebrajamiento, pero será la marcha de su líder y fundador, Fernando Alvo, lo que precipite su prematuro final. Al término de esta etapa de cuatro años, desaparecerán los primeros y últimos intentos que ha habido en Alagón de crear listas independientes o partidos genuinamente locales. El sueño de la independencia política, acaso utópico, dejará paso en nuestro pueblo a partidos políticos más poderosos, organizados a nivel estatal o regional. Unas semanas antes de las elecciones de 1983, Alvo redactó un escrito de despedida titulado "El Ayuntamiento rinde cuentas de su gestión": "(...) Después de haber leído lo anterior, yo te pediría que cerraras los ojos y te figuraras el pueblo con las Escuelas de hace cuatro años, sin la piscina, con todas esas calles y plazas sin urbanizar. ¿Tú crees a más de un convecino nuestro cuando comenta que este Ayuntamiento no ha hecho nada? ¿Quieres pensar, por favor, en la cantidad de horas de trabajo, de gestiones y de viajes que han hecho falta emplear? ¿Conoces el sueldo del alcalde y concejales? En todo caso puedes estar seguro de que este Ayuntamiento ha habido hombres de buena voluntad; que han intentado hacer todo lo que el pueblo necesita; pero que para conseguirlo hubieran querido tener más inteligencia, más brazos y más tiempo. Pero nunca ha faltado corazón. En nombre de toda Corporación, algo cansado, pero con la conciencia tranquila, rinde cuentas de la gestión y te saluda con afecto. Fernando Alvo Aguado, alcalde".

Al margen de su perfil político, Fernando Alvo fue un entusiasta defensor de la cultura, el deporte y las tradiciones alagoneras. Contribuyó de forma decisiva a reforzar los lazos de unión con el pueblo hermano de Sax, durante su etapa de alcalde, y también a título particular. Desde 1980 era Socio de Honor de la Comparsa de Alagoneses de Sax. Fue uno de los primeros socios de la Peña Sajeño-Alagonesa de Alagón,  cuya magnífica sede social pudo adquirirse en 1983 merced a las generosas y desinteresadas gestiones que realizó y de la que fue elegido presidente en 1995, hasta 1999.  También ocupó la presidencia del desaparecido CD Alagón.

Cine Avenida de Alagón, buque insignia de la familia Alvo.
Recibió a lo largo de su vida varios reconocimientos y homenajes, el último de los cuales tuvo lugar en septiembre de 2015 con motivo del quincuagésimo aniversario del hermanamiento entre Sax y Alagón, pero al que no pudo asistir a causa de su delicado estado de salud.

Desde VIDA ALAGONESA queremos transmitir a toda su familia nuestras condolencias y dejar constancia del sentimiento de pesar que nos embarga por la pérdida de una persona que, con sus luces y sus sombras, ocupa un capítulo destacado de la historia local. 

sábado, 24 de diciembre de 2016

Nuestros dulces recuerdos de la Azucarera de Alagón.

Con gran asistencia de público se presentó el pasado martes 20 de diciembre en el Centro Cívico A.F. Molina el libro Nuestros dulces recuerdos. Memoria viva de la Azucarera de Alagón. Su autor es D. Daniel Sancet Cueto y con él ha regresado a la senda de la investigación histórica tras publicar su aclamado La Transición democrática en Alagón. El libro se escribió realmente en el año 2009 pero, por una serie de motivos, no ha visto la luz hasta este año, que es cuando el Ayuntamiento de Alagón le propone publicarlo. En todo este tiempo, Sancet había abandonado la historia para dedicarse en exclusiva a la novela y a la poesía, pues como él mismo ha reconocido "no le apetecía volver a entrar en los estudios locales". Fue el respeto a las familias de antiguos trabajadores, especialmente a las de aquellos que ya no se encuentran entre nosotros, lo que definitivamente le hizo convencerse de la conveniencia de sacar el manuscrito del cajón y llevarlo a imprimir. Este año tan solo hubo que revisarse lo ya escrito y maquetarse. El libro está dedicado "a la memoria de Julián Ajobín, Ignacio Férriz y Marina Mingote quienes, lamentablemente, no pudieron ver terminado este trabajo" y en definitiva "a todos los trabajadores de la Azucarera de Alagón".

Este proyecto nace de un encargo de la empresa Ebrosa, actual propietaria de la Azucarera. Originariamente, se tenía la intención de realizar una gran investigación histórica, un objetivo que hubo que replantear sobre la marcha, en el preciso momento en que se demostró irrealizable a causa de la destrucción de los archivos. Este dato era desconocido por Sancet cuando se adentró infructuosamente en todos y cada uno de los edificios de la factoría abandonada en busca de documentación. Lo poco que encontró fue, cuanto menos, decepcionante: facturas, albaranes, planos y otros papeles irrelevantes. La excepción más llamativa quizá sea la Memoria de la campaña 1972-1973, pues la totalidad de estos documentos que se remitían a los accionistas de la empresa, de gran valor histórico, se creía perdida. En el laboratorio químico de la entrada quedó algo de documentación que, tras años expuesta a las inclemencias del tiempo, se ha tratado de recuperar y se ha incorporado al libro en forma de ilustraciones. Lo cierto es que la información más valiosa había sido destruida unos años antes por la empresa propietaria, ante la dejadez y la pasividad de las autoridades municipales de la época, que no adoptaron las medidas necesarias para garantizar la conservación de un patrimonio de titularidad privada pero perteneciente a la memoria colectiva de todos los alagoneros. Se equivoca quien cree que la responsabilidad de tanta destrucción descansa sobre la empresa. Son los poderes públicos los que tenían (y tienen) atribuidas las competencias en materia de patrimonio histórico-artístico. Los particulares solo tienen la obligación de actuar cuando existe imperativo legal y en el caso de la Azucarera de Alagón esta condición no se daba, ya que por entonces el conjunto no estaba catalogado según las leyes de patrimonio vigentes. No podemos dejar de mencionar el expolio y el saqueo que cometieron durante años los propios vecinos de Alagón, que entraban con total impunidad a la venerable fábrica, con la intención de llevarse algún recuerdo a casa o simplemente con el afán de destruir.

Una vez constatada la escasez de documentación, se decidió recurrir a entrevistas orales, realizadas a antiguos trabajadores y familiares que conocieron de primera mano el funcionamiento de la Azucarera. Así lo que en un principio se trataba de una investigación histórica acabó por tomar forma de investigación antropológica, que es una disciplina en la que Sancet está especializándose actualmente. Esta información se complementaría con la apoyatura documental del Archivo Municipal, de la hemeroteca y con las investigaciones previas de otros historiadores, entre los cuales debemos destacar a D. José Antonio Gracia Guillén, autor del mejor y más completo estudio que jamás se ha escrito sobre las azucareras en Aragón. Con todos estos trabajos, Sancet elaboró una breve introducción divulgativa que fuera asequible para todo tipo de lectores y que le sirve para contextualizar con rigor las entrevistas que son el núcleo de su libro. Estas entrevistas tuvieron lugar en el año 2009 en un taller de historia oral que se puso en marcha en la Casa de Cultura. En esta labor de recopilación de información, el autor contó con la inestimable ayuda de Maite Asensio, que se encargó de realizar la transcripción de muchos de los testimonios que allí obtuvieron. También ha agradecido Daniel su colaboración, ahora que están por desgracia de plena actualidad, al programa de radio "Cosas que pasan" y a su coordinadora Sara Giménez.

Tras esa primera fase, Daniel Sancet tuvo que procesar la información para darle la coherencia que una publicación seria requiere. Se trabajó de forma que pareciera que todas las entrevistas se realizaron en el mismo lugar, al mismo tiempo y siguiendo un plan ordenado a la hora de abordar de los distintos temas. De esta forma se pudieron incluir todas aquellas entrevistas individuales que no formaban parte de dicho taller pero que aportaban información relevante. En Nuestros dulces recuerdos, el lector podrá encontrar recuerdos de infancia y testimonios sobre temas como la incorporación de la mujer a la industria, los turnos de trabajo o la modernización del agro aragonés. Pero que el lector no espere encontrar en este libro una investigación científica, puesto que el propio autor ha recalcado que se trata de una obra divulgativa. "No va a estar a la altura de la obra de José Antonio Gracia" ha reconocido. Por ello, Daniel Sancet invita a leer el trabajo de Gracia a cuantos quieran conocer la Azucarera desde el prisma de la ciencia histórica, ya que se trata de "una gran obra".

Sancet se despidió expresando su profundo agradecimiento: "Quería recalcar el agradecimiento infinito a toda la gente que quiso participar en estas entrevistas" "Y desde un punto de vista egoísta, agradezco todo lo que yo me llevo de esta experiencia: conocer mejor a algunos vecinos de la localidad". Al finalizar, el autor firmó ejemplares del nuevo libro, que pudieron adquirirse allí mismo por el módico precio de diez euros. Para cuantos lo hayan recibido estos días, constituirá una interesante lectura navideña.

sábado, 17 de diciembre de 2016

Desmontando mitos: ¿Es San Pedro de Alagón Patrimonio de la Humanidad?

Esta semana se han cumplido exactamente quince años de la inclusión de la candidatura "Arquitectura Mudéjar de Aragón" en el exclusivo grupo de bienes que integran el Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Este importante acontecimiento tuvo lugar el 14 de diciembre de 2001 en la 25ª Sesión Oficial del Comité de Patrimonio Mundial, celebrada en Helsinki (Finlandia). Con motivo de esta efeméride, han sido varios los reportajes que han aparecido estos días en la prensa diaria aragonesa, algunos de los cuales contenían errores o inexactitudes que vienen repitiéndose desde hace tiempo y que se deberían evitar en lo sucesivo. Concretamente, el pasado miércoles El Periódico de Aragón publicó en páginas centrales un extenso reportaje sobre el mudéjar que incluía una pequeña referencia a la iglesia de San Pedro de Alagón, una iglesia que, contrariamente a lo que se piensa y como veremos a continuación, no goza de la condición de Patrimonio de la Humanidad. En este reportaje y en otros muchos se ha dicho que la declaración del 2001 se extendía a más de "150 monumentos", lo cual es absolutamente falso. Una lectura detenida de lo que en Helsinki se reconoció y declaró hace quince años es suficiente para comprender que tan solo seis monumentos adquirieron tal condición, que ya la tenía desde 1986 el mudéjar turolense. A saber: Santa María de Tobed, Santa Tecla de Cervera de la Cañada, claustro y torre de la colegiata de Santa María de Calatayud, los restos mudéjares de la Aljafería, la torre e iglesia de San Pablo de Zaragoza y el cimborrio y la parroquieta de la Seo. 

Todo lo demás que se haya dicho en estos quince años tiene un nombre: manipulación informativa. Sin embargo, debemos dejar claro que los primeros responsables de confundir al personal no han sido los periodistas (legos en la materia, al fin y al cabo) sino los políticos autonómicos, que desde 2001 han consentido e incluso alentado que lo que se trataba de una manifiesta falsedad corriera como la pólvora. Esta aclaración que hoy publicamos, polémica a todas luces, no debería sorprender a nadie, pues prestigiosas instituciones como el Centro de Estudios Borjanos han alzado la voz recientemente en el mismo sentido, con la intención poner orden y razón en medio de tanto desconcierto informativo. Pero para comprender cómo hemos llegado hasta este punto, es necesario conocer los entresijos de aquella famosa Sesión de Helsinki y los criterios científicos por los que se rigió la UNESCO a la hora de seleccionar las distintas candidaturas que presentaron los países.


España hizo valer ante la UNESCO una candidatura amplia, que incluía nada menos que 157 edificios, de forma que todos o casi todos los edificios mudéjares de Aragón pudieran lograr este reconocimiento. En esta lista tan extensa se incluían iglesias de nuestra comarca como San Pedro de Alagón y las parroquias de Torres, Pinseque, Bárboles y Pradilla de Ebro. Defender este criterio por parte del gobierno aragonés de aquel momento fue, como se ha demostrado posteriormente, un grave error. Un criterio que primaba razones de oportunidad política sobre toda consideración científica o académica. De esta forma se pretendía contentar a todos los pueblos y ciudades de Aragón, pero obviando el incontestable hecho que no todas las iglesias mudéjares tienen el mismo valor. No es lo mismo un templo bajomedieval decorado con pinturas murales, de la época de esplendor de este estilo, que un ejemplo tardío de principios del siglo XVII. Como no podía ser de otra manera, esta postura de las autoridades españolas no fue apoyada por la UNESCO, que se mostró contraria a las declaraciones genéricas, al considerar que podría sentar un mal precedente. En la reunión del Bureau del Comité, se instó a España a revisar su proposición para presentar "los casos más representativos". Esta propuesta de revisión fue sometida a consideración del Estado Español, aprobándose definitivamente en los términos sugeridos en la  XXV Sesión y circunscribiéndose a los seis monumentos antes mencionados. Los restantes monumentos que figuraban en la candidatura presentada por España no se incluyeron en la declaración. Realmente había que ser ingenuo para pensar que la UNESCO, en un alarde de inédita generosidad, iba a declarar de golpe más de un centenar de monumentos, todos de indudable valor histórico pero algunos de discutible interés artístico. Los principales perjudicados por el criterio del gobierno aragonés fueron municipios como Alagón o Tauste, que teniendo ejemplos de mudéjar lo suficientemente representativos, no lograron acceder a la protección mundial. Así se da la paradoja de que la torre de San Pablo de Zaragoza se encuentra en la lista y sin embargo sus "hermanas" de Tauste y Alagón, no. Por ello habría que solicitar a Cultura que propusiese una nueva revisión a la UNESCO, como ya se hiciera en 2001 con respecto a la declaración de 1986, para que así puedan incluirse una decena de monumentos, de capital importancia para comprender el mudéjar aragonés, pero que no se tuvieron en cuenta en su momento.


La decisión de la UNESCO fue un gran revés para las pretensiones aragonesas. Por ello, el gobierno presentó la declaración de forma confusa ante la opinión pública, dando a entender que "el mudéjar aragonés ya figura donde se merece por su singularidad: en la lista del Patrimonio de la Humanidad". Esta indeseable confusión se podría haber evitado si el Bureau del Comité, en vez de proponer la denominación "Arquitectura Mudéjar de Aragón", hubiera propuesto la de "Arquitectura Mudéjar de Calatayud, Teruel y Zaragoza",  un nombre que refleja de forma más fiel el alcance que realmente tuvo la declaración.  Si los pronunciamientos de la autoridades fueron confusos, no lo fue menos el hecho de que se distribuyeran por las entradas de los pueblos aragoneses carteles con el lema "Aragón Mudéjar". En el caso concreto de Alagón, se colocó una placa cerámica en la plaza de San Pedro para recordar que el Mudéjar era Patrimonio de la Humanidad. No puede haber mayor demostración de cinismo que situar en una iglesia que no fue seleccionada por la UNESCO un perenne recordatorio de lo que para nosotros no constituyó una victoria sino un fracaso.

sábado, 10 de diciembre de 2016

Sobre el deterioro de una excepcional obra de arte.

La iglesia de San Pedro Apóstol es el edificio más representativo de Alagón, amalgama de estilos artísticos, compendio de la historia del arte y testigo mudo de nuestro pasado. Es parada obligada para cualquier turista ávido de bellezas que nos visite. En su interior, se deberá prestar especial atención al retablo mayor, del siglo XVI y a la Capilla del Santo Cristo, presidida por una talla del siglo XV.  Hoy no nos detendremos en estos elementos, puesto que queremos poner el foco sobre uno de los grandes desconocidos del templo parroquial: la dieciochesca capilla de san Antonio, patrón de la villa. Quizá sea la oscuridad que durante los actos litúrgicos reina en este espacio el motivo por el que apenas recibe la atención de vecinos y visitantes. Sin embargo, en su interior se conserva una de las grandes joyas de nuestro patrimonio, hoy tristemente deteriorada.
D. Arturo Ansón sostiene que la decoración de la capilla debió de realizarse en torno a 1740. Se trata de un conjunto barroco de gran belleza, logrado por medio de una profusa ornamentación de yeserías en relieve que forman medallones, guirnaldas y rocallas. En cuanto a la parte pictórica de la capilla, Luzán colaboró con el también pintor zaragozano Miguel Jerónimo Lorieri, que a la sazón era familiar suyo, pues estaba casado con la tía de su esposa Teresa. Mientras Lorieri pinta los grandes lienzos laterales, Luzán ejecuta la pintura de las pechinas y de la cúpula al temple, y no al fresco, como equivocadamente afirmaron Abbad y Borrás. Luzán representó en las pechinas a los cuatro Padres de la Iglesia occidental. Sus figuras, de medio cuerpo, aparecen rodeadas de marcos de estuco ovalados, y se simulan vistos a través de un óculo celeste. San Ambrosio se muestra revestido de pontifical, con capa y mitra de color dorado, y en actitud de escribir sobre un libro, es decir, con la iconografía tradicional de los doctores de la Iglesia. San Gregorio Magno también está revestido de pontifical, con tiara, y escribiendo en un libro. Por último, San Jerónimo viste la púrpura cardenalicia, se halla asimismo en actitud de escribir, y como atributo personal no lleva el león, sino la trompeta que le tocaba un ángel en el desierto. Luzán los representó de manera convencional, sin apartarse de las iconografías difundidas en el Barroco.

En la media naranja Luzán pintó a San Antonio de Padua en la Gloria. A lo largo de su superficie curvada distribuyó cuatro grupos compositivos, equidistantes entre ellos. En el principal, situado al fondo, representó al santo titular sobre una nube soportada por ángeles mancebos con las alas explayadas. Viste San Antonio el hábito franciscano, que no es de coloración parda oscura, sino gris-azulada, que era la distintiva de los franciscanos de la Provincia de Aragón. Un angelito coloca sobre su cabeza una corona de rosas blancas, mientas el santo extiende sus brazos y alza su mirada hacia lo alto. Una serie de angelitos revolotean en torno al santo, portando flores y ramas de palma.

Dos grupos de ángeles mancebos, tocando instrumentos musicales, se disponen en el eje transversal de la cúpula. Unos tocan el arpa, el oboe y una especie de cornamusa, mientras los del otro grupo tañen instrumentos de cuerda, guitarra barroca, viola y violonchelo. Toda una orquesta musical en honor de San Antonio. En el extremo contrario al grupo principal del santo, unos angelitos, cogidos por sus manos, evolucionan con gracia describiendo un círculo con sus cuerpecitos en escorzo y con las cintas que hacen serpentear entre ellos. Este motivo compositivo descrito lo tomaba Luzán de los decorativistas aragoneses de la generación anterior; ya Francisco del Plano, en 1717, en la hermosa pintura de la cúpula de la capilla de San Lorenzo en El Pilar lo había utilizado. El resto de lo que figura en la bóveda celeste está recorrida por angelitos con cintas y pequeños querubines, agrupados de dos a dos, que completan el aspecto chispeante y movido.

En los aspectos iconográficos, técnicos y cromáticos queda de manifiesto el eclecticismo que practicó Luzán en su primera etapa artística. De una parte, se mostraba como un continuador de la pintura decorativa aragonesa del primer tercio del siglo XVIII, conectando con el lenguaje artístico de Francisco del Plano y de su suegro Juan Zabalo; pero por otro lado, lo visto y aprendido en Italia afloraba ya, aunque de manera paulatina, en el tratamiento de las formas, más delicadas y sutiles, y en el versátil y vibrante cromatismo.

En las pechinas el cromatismo de la vestimentas resulta agradable, con blancos, rojos, dorados, azules, solucionando los fondos celestiales con densas nubes agrisadas y toques dorados. En el dibujo, carente todavía de las inflexiones y blandura que serían consustanciales a su estilo posterior, y en el cromatismo  José Luzán muestra cierta continuidad con las maneras de hacer de los decorativistas zaragozanos de la generación precedente, la del primer tercio del siglo XVIII, especialmente con el círculo de los Plano. 

Por su parte, la factura de las figuras de la cúpula resulta fluida y ligera, conseguida por medio de líneas ondulantes y caprichosas, que junto a luminosos y suaves claroscuros modelan las carnes y ropajes de éstas. No por ello dejan de apreciarse torpezas en el diseño de las anatomías de las figuras, y faltos de plasticidad en algunos angelitos, fruto de la corta experiencia pictórica del joven pintor. El cromatismo resulta vibrante y a la par un tanto caprichoso. José Luzán, sin desprenderse totalmente de las experiencias cromáticas de la generación de decorativistas aragoneses anteriores a él, comienza a ensayar las cromaturas efectistas, en clave ya rococó, de la paleta asimilada durante su formación napolitana. Puesto que la capilla resultaba un tanto oscura, situó a las figuras sobre un fondo celestial blanco-agrisado, reservando para el grupo principal de San Antonio portado por ángeles una refulgente luminosidad dorada, de la que tanto gustaría Luzán a lo largo de su actividad pictórica y que pasaría a ser consustancial de su personal estilo. Resultan asimismo novedosos en el panorama pictórico aragonés los toques de luz irisdicente, dorados en el hábito del santo, agrisados o rojizos en el resto de las figuras, que modelan los plegados y volúmenes de las telas. Igualmente llamativos son los cabellos de los ángeles, tintados de amarillo-dorado muy vivo, que reflejan un aspecto más de la agradable cromatura rococó que Luzán deseaba introducir en su tierra.

Estas pinturas pasaron desapercibidas hasta que en los años ochenta del pasado siglo fueron dadas a conocer en el ámbito académico. Abbad había sido el primer investigador en apuntar en la dirección de Luzán, aunque de forma errónea, cuando en su Catálogo Monumental de Zaragoza afirmó que los grandes lienzos laterales que decoran dicha capilla eran "cercanos al estilo de Luzán", lienzos que en realidad, como ya sabemos, salieron de la mano de su colega Lorieri.  Por su parte, Gonzalo Borrás se limitó a situar la cronología de la cúpula en la segunda mitad del siglo XVIII, pero no dio noticia alguna sobre su autoría. Fue D. Arturo Ansón el que en 1985 atribuyó, sin la menor duda, las pinturas de Alagón al maestro de Goya. La recuperación de la obra de Luzán tuvo su momento culminante en la magna exposición que se organizó ese año en Zaragoza para conmemorar el segundo centenario de su muerte. El principal legado que dejó esta exposición fue el libro que para la ocasión escribió Ansón, una obra que al año siguiente se completaría con otra más extensa, debidamente ampliada con nuevos datos, la mayoría inéditos. En este libro aparece un estudio pormenorizado de las pinturas de la parroquia de Alagón, que por fin lograban escapar de su secular olvido para entrar a formar parte de la bibliografía artística.

San Gregorio Magno
El estado de conservación de las pinturas es deficiente, con desconchados notables y grietas a lo largo de su superficie, hallándose casi totalmente perdido el grupo de angelitos que con sus manos entrelazadas forman un círculo en la zona más próxima al ingreso de la capilla. Esta zona fue la más afectada por las filtraciones del agua de lluvia y por ello la pérdida de superficie pictórica ha sido mayor.  El deterioro también afecta sensiblemente a las pinturas de las pechinas, en especial a la figura de San Agustín, que se halla totalmente perdida.  En las fotografías que ilustran este artículo nuestros lectores podrán observar el grado de deterioro que presenta en la actualidad este importante conjunto mural.
Consideramos urgente la restauración de las pinturas, pero esta actuación solo podrá realizarse si previamente se actúa sobre los paramentos de la nave,  restaurando el ventanal gótico normando que queda pendiente y atajando los problemas crónicos de humedades. Debemos hacer un llamamiento a las distintas autoridades competentes, tanto civiles como religiosas, para que sigan invirtiendo en nuestro principal monumento histórico. La importancia de estas pinturas trasciende del ámbito exclusivamente local, pues fueron las primeras muestras de arte rococó que se pudieron ver en Aragón.  Sin su existencia no se puede comprender la evolución posterior del arte aragonés y español, que a finales de ese mismo siglo alcanzaría su plenitud en la figura del mejor discípulo de Luzán, el aragonés universal Francisco de Goya.


sábado, 3 de diciembre de 2016

María Pilar de las Heras en Heraldo de Aragón.

VIDA ALAGONESA se hace eco de un artículo publicado el pasado domingo 27 de noviembre en Heraldo de Aragón que, firmado por D. Mariano García, dice así: "Por su trayectoria, carisma e influencia, María Pilar de las Heras es una leyenda viva de la jota aragonesa y, ahora, quizá la principal referencia en cuanto al canto femenino. Nacida en Zaragoza en 1926, "ha sido muy técnica -señala Begoña García, que fue discípula suya- No digo que haya sido la mejor de la historia, pero sí la más completa: por su hermosa voz, por la perfecta dicción, por su afinación, la musicalidad, la forma única de interpretar...". De las Heras es, como lo ha sido hasta ahora el Pastor [de Andorra], una figura indiscutible, admirada unánimemente por todo el mundo. Siempre ha defendido que "la primera y principal cualidad de un buen cantador no es la voz, sino el oído. Uno puede tener una voz muy bonita y potente pero, si tiene mal oído, este siempre acabará traicionándole. Luego hay que trabajar mucho y buscar un estilo propio". Recibió un cálido homenaje en 2011 [en el Teatro Principal] pero algunos especialistas como José Luis Melero, reclaman que se le tribute otro pronto".

Tras la muerte de José Iranzo, la jota está huérfana y busca nuevos referentes clásicos que la guíen. María Pilar de las Heras, como nueva matriarca de la jota, bien podría ser ese referente. Aunque nacida en Zaragoza, ha estado muy vinculada a Alagón. Por ello, en coherencia con nuestro conocido empeño por reivindicar a los ilustres cuyo nombre está ligado a esta comarca, no podíamos dejar pasar la oportunidad de dedicarle unas breves líneas.


María Pilar de las Heras Dopereiro se inició en la jota de la mano de Pascuala Perié, a la sazón profesora de la recién creada Escuela de Jota, con la que la joven cantadora cursa sus estudios de folclore, solfeo, guitarra y canto. En 1940 y 1941 se lleva el segundo premio en el Certamen Oficial y en 1942 el primero. En 1943, 1945 y 1946 consigue sendos campeonatos de Aragón. Después María Pilar actuó en los grupos de Pepe Esteso, Florencio Santamaría, Pascuala Perié y otros, pero también dirigió una agrupación artística con su propio nombre. 

Tras la disolución de la Agrupación Artística de Folclore Aragonés, De las Heras se integra en el grupo Raza Aragonesa, que dirigía D.ª Isabel Zapata. Allí conocerá al cantador D. Ignacio González, una de las mejores voces masculinas que ha tenido la jota en Alagón.  Este había recibido clases de canto en Zaragoza por parte de D.ª Jacinta Bartolomé y era un miembro destacado del joven grupo folclórico de nuestro pueblo, donde fue compañero de Celia Sanz La Polaca. Gracias a su portentosa voz es requerido por Raza Aragonesa para realizar una serie de actuaciones en Barcelona, el norte de España y París. María Pilar e Ignacio contraen matrimonio en 1955 y tras estas exitosas actuaciones la pareja se traslada a vivir a Alagón. El matrimonio impulsa a María Pilar a dejar su carrera artística cuando se encontraba en su mejor momento. Poco antes, en 1956, había grabado un dúo con su marido y a partir de entonces tan solo participará junto a él en alguna actuación privada  para los Duques de Villahermosa. La pareja vivirá en Alagón durante catorce años, en los que De las Heras permanecerá alejada de la jota y completamente volcada en su familia. Sobre la retirada de esta gran cantadora D. Demetrio Galán Bergua dijo estas palabras, que hoy podríamos tildar de machistas, pero que debemos poner en su contexto, pues se escribieron en pleno franquismo: "Yo creo que María Pilar de las Heras no volverá nunca a cantar la jota, como profesional, porque ella se debe ya exclusivamente a su casa, a los suyos y a la sublime misión de la maternidad". Tuvieron dos hijos, José Ignacio y María Pilar González, pero ellos no siguieron la estela artística de sus padres. 


Cuando la familia abandona Alagón para volver a Zaragoza, María Pilar retoma su relación con la jota, pero esta vez desde el mundo de la enseñanza. Primero en su domicilio particular y a partir de 1980 y hasta su jubilación en 1996 como profesora en la Escuela Oficial de Jota. Tuvo muchas discípulas, algunas de las cuales han llegado a ser campeonas. Cuentan que Ignacio González supo aceptar que su mujer le hiciera sombra y admitía con humor que había pasado de ser conocido como el jotero de Alagón a ser el marido de María Pilar de las Heras. Tras varias décadas alejada del canto, esta volvió a subirse a los escenarios en 2003 en el homenaje a Jesús Gracia y, por supuesto en 2011, en el festival que le dedicó el mundo de la jota y que desgraciadamente su marido no llegó a ver. En ambas ocasiones cantó  un famoso poema de Rubén Darío adaptado al estilo de "la fiera": "Juventud, rico tesoro, te vas para no volver. A veces quiero y no lloro y otras lloro sin querer". D. José Luis Melero tiene razón. Hay que rendirle el último homenaje a esta gran cantadora (que, por cierto, tiene calle en el zaragozano Barrio de la Jota). Desde VIDA ALAGONESA suscribimos sus palabras y nos sumamos a una petición que consideramos razonable.

sábado, 26 de noviembre de 2016

Muere José Iranzo, el jotero irrepetible que cantó en Alagón, París y Londres.

Fuente: CELAN

Esta última semana no ha sido una cualquiera, pues hemos asistido con profundo dolor a la desaparición de dos grandes personas pertenecientes al mundo de la cultura. Ambos tenían en común su sencillez, su humildad y el cariño que los vecinos de sus respectivas localidades les profesaban. A cada uno VIDA ALAGONESA dedica hoy un pequeño escrito de homenaje, dejando así constancia de nuestro respeto y admiración. El día 22 de noviembre nos dejaba a los 101 años D. José Iranzo Bielsa, más conocido como El Pastor de Andorra, el último gran cantador vivo de la edad de oro de la jota aragonesa. También ha sido el más premiado. Entre otras distinciones, recibió la Cruz de la Orden del Mérito Civil, el Premio Aragón, la Cruz de San Jorge de la Diputación de Teruel y la Medalla de las Cortes de Aragón. Todas las biografías de Iranzo han destacado su contribución a la internacionalización del folclore aragonés, que exhibió con orgullo por  los escenarios de medio mundo. Enrolado con el Grupo de Coros y Danzas de Teruel, actuó en importantes ciudades europeas, como Londres, París, Ámsterdam, Bruselas y Hamburgo; y americanas, como Nueva York, México y La Habana. Sin embargo, por esa misma humildad que mencionábamos antes, El Pastor de Andorra nunca hizo distinciones entre las grandes metrópolis y la más diminuta aldea de su tierra natal. Iranzo fue un entusiasta viajero que acudía siempre a donde le llamaban. Hasta su retirada no dejó de prodigarse en cientos de festivales, rondas y concursos a lo largo y ancho de la geografía aragonesa. Entre los lugares visitados por Iranzo figura Alagón y queremos aprovechar esta necrológica para dejar constancia del vínculo, por pequeño que sea, de este insigne jotero con nuestro pueblo.
El Pastor de Andorra vino a Alagón para participar en el prestigioso II Certamen Nacional de Exaltación y Homenaje a la Jota Aragonesa celebrado, como bien saben nuestros lectores, el 9 de septiembre de 1967 en la Plaza de Toros. En el jurado se contó con D. Demetrio Galán Bergua, D. Anselmo Gracia, D. Ángel Argota, D. Martín Sauras y D. Luis Latorre Pardo, a la sazón alcalde de Alagón. Los premios profesionales recayeron en D. Genaro Domínguez, de Fuendejalón; la catalano-aragonesa D.ª Carmen Cortés; y en el dúo formado por D. Ramón Naval y D.ª Carmen Cortés. En aficionados fueron premiados los cantadores D. Javier López Montenegro y D. Antonio Alquezar y las cantadoras D.ª Celia Sanz y D.ª María Jesús Navarro. En dúos, los ganadores fueron nuestra Celia Sanz y D. Néstor Pérez. Recientemente, en el homenaje que se celebró en honor de Celia Sanz y Germán Santabárbara, Luis Latorre nos dio a conocer la cuarteta alusiva que el andorrano cantó en dicho certamen. No se trata de su célebre Palomica, pero es realmente memorable. Vayan con ella nuestras más sinceras condolencias a la familia y a todo el pueblo de Andorra:
De las villas del Jalón,
Alagón la más hermosa,
que organiza festivales,
mejores que Zaragoza.

In memoriam: Carlos Sierra Pérez (1962-2016)

En la tarde del lunes 21 de noviembre falleció D. Carlos Sierra Pérez, una de las personalidades más destacadas que ha tenido la cultura alagonesa en las últimas dos décadas. Hubiéramos querido dedicarle en el día de hoy una extensa necrológica, pero a la hora de abordarla nos hemos topado con la dolorosa constatación de que no sabíamos demasiado sobre él. Las circunstancias nos impidieron conocer mejor a un hombre que VIDA ALAGONESA tuvo siempre por referente y que seguro hubiera apreciado mucho nuestra labor en pro de la cultura, a la que tanto amó y por la que siempre luchó. Lo que sí sabemos es que su paso por este mundo no ha sido en vano y que se ha marchado dejando una huella tan profunda que tardará en borrarse. Eran sobradamente conocidos en Alagón sus grandes méritos, esos de los que nunca presumió y con los que honraba a cuantos tuvieron la suerte de vivir a su alrededor. Fue un alagonero ejemplar, un buen padre y un solícito esposo, pero su vida no se puede resumir en tres palabras. Él fue mucho más y en estos momentos tristes no conviene olvidarlo.

Nacido en Alagón en 1962, Carlos Sierra se debatió durante la gran parte de su vida entre dos identidades, sin que ninguna de ellas pudiera eclipsar a la otra. A un tiempo panadero y poeta, la profesión y la pasión unidas en perfecta armonía. El oficio que le daba de comer lo llevaba en la sangre, pues le venía de familia. Había sucedido a su padre al frente de uno de los negocios con más solera de Alagón, sito en la céntrica calle de Ramón y Cajal. Famosas eran sus especialidades de repostería y, por supuesto, su pan, elaborado con esmero en un horno de leña del siglo XIX. Y no podemos olvidar las tortas de  Jueves Lardero, que eran muy demandadas por los alagoneros. Otro de los méritos de Carlos es que supo hacer pedagogía y divulgar entre los más jóvenes el valor de su oficio, para que supieran apreciar la dieta mediterránea y los saberes tradicionales  transmitidos de padres a hijos. Seguro que el primer recuerdo que muchos alagoneros tienen de Carlos Sierra es precisamente el de la visita que en edad escolar realizaron a su panadería. La muerte de Carlos marca el final de una época. La villa del buen pan lo es cada vez menos. Nuestro pan, antaño seña de identidad, está en trance de desaparición. Una realidad que a ningún alagonero le es indiferente. El día de la Virgen del Castillo, el rabadán de nuestro dance lo expresaba así:

Somos el pueblo del pan
como dice la canción;
ahora solo hay un panadero
en la villa de Alagón.
Sin embargo, el nombre de Carlos Sierra siempre estará vinculado a la poesía. Desde muy joven empieza a frecuentar los círculos literarios aragoneses, que a finales de los setenta y principios de los ochenta vivían un periodo de renovada vitalidad al calor de la recién estrenada democracia. No le importaba hacer muchos kilómetros, hasta el Monasterio de Veruela o Barbastro, con el fin de alimentar la llama poética que le consumía por dentro. Sus aptitudes, su simpatía y su entusiasmo le permiten entablar amistad con algunos de los mejores representantes de nuestras letras. Entrar en un grupo tan cerrado y exclusivo no habría sido fácil para cualquiera de nosotros. Sí lo era, en cambio, para Carlos Sierra, el cual llegó a ser muy reconocido en una profesión que no le consideraba un intruso, sino uno más. De hecho, fue socio de la Asociación de Escritores Aragoneses. Su crédito personal le permitió traer a Alagón a personalidades de la talla de Gloria Fuertes, José Hierro y José Luis Corral.

En 1979, su amigo Mariano Castillo, gran artista de Grisén, le presenta al poeta Ángel Guinda, al que conocía porque además de escritor era maestro en aquella localidad de la Ribera Alta. Guinda mostró interés por los poemas de Carlos, así que quedaron en verse para compartir impresiones. De las sucesivas charlas surgió una amistad construida sobre sólidos cimientos, de la que daban público testimonio cada vez que coincidían en las exposiciones de su amigo común o en los distintos encuentros literarios  a los que ambos asistían. Precisamente en uno de estas reuniones, concretamente en el primer encuentro de poetas aragoneses que se realizó en Muel, Carlos conoce de la mano de la poetisa Ángela Ibáñez a Antonio Fernández Molina (Alcázar de San Juan, 1927-Zaragoza, 2005), el artista y literato que habría de "cambiar los conceptos que tenía él de la poesía", como años después reconocería. Fernández Molina se refería a su amigo de Alagón en estos términos: "Me honra la amistad del joven poeta Carlos Sierra. Este buen amigo tiene como ocupación, para atender las necesidades de los suyos, el trabajo de panadero en Alagón. También fue panadero Pío Baroja durante una etapa de la primera madurez de su juventud. He tenido la fortuna de comer el noble pan de Carlos Sierra y otros productos elaborados en su horno, con una entrega artesana dónde conviven en familiaridad las simientes de la sensibilidad poética."


Luego vendrán los libros de poemas. A principios de la década de los noventa Carlos publica una tetralogía, que se inicia con Del silencio al olvido. A este poemario le seguirán Inquieta soledad, dedicado a su hija Alicia y Semillas de luna en flor. Y en 1993 aparece Otoño torrencial, que será su cuarto y último libro publicado. Del apartado artístico de Otoño torrencial se ocupó Mariano Castillo, que firmó la portada y el dibujo.

Carlos fue asiduo al Café Riga de Alagón, donde un grupo de alagoneros imbuidos de su misma pasión por la cultura fundó la llamada Tertulia de los Trece. El fue miembro destacado de la tertulia, que se reunía el día 13 de cada mes, ya fuera festivo o entre semana, para hablar de libros, compartir experiencias y poder leer las obras que ellos mismos escribían. En ella participan mentes inquietas de nuestro pueblo como  Carlos Adé, Ana Beltrán, Milagros Higueras, Mariano Ríos, Aurora Loscos y sus hijas, Alba Higueras y el ilustre Carmelo Sobreviela, entre otros. En ella también se dan cita nombres de la cultura foránea como Antonio Fernández Molina y David Giménez Alonso, agitador cultural de Remolinos y  actual comisionado de arte en el proyecto enLATAmus. Tan solo dos temas estaban vetados: la política y el fútbol. A modo de anécdota, cuentan sus protagonistas que el cumplimiento de esta norma no escrita se hacía especialmente difícil cuando se celebraban grandes eventos deportivos como el Mundial.
De este contexto tan especial nacerá Laberinto, un empeño personal de Mariano Ríos y de Carlos Sierra que se convertirá en la brillante culminación  de toda la trayectoria cultural previa de este último y a la postre, sin que él pudiera saberlo, en su testamento vital y literario. Mientras que Carlos hacía las funciones de director, en el equipo de redacción se encontraba su mujer Alicia Arie y el propio Mariano Ríos. El primer número de Laberinto, revista de cultura y opinión,  ve la luz en un acto público de presentación celebrado en la Biblioteca Municipal, siendo alcaldesa D.ª Paz Latorre. El nombre de la revista fue una idea que nació en la Tertulia de los Trece. Con ella se quería hacer referencia al carácter sinuoso y plural de la cultura, en  la que no existen ni verdades absolutas ni un único camino, sino que hay tantos como cada cual desea transitar. Esta idea de la cultura como laberinto la concretaron los editores de dos formas. En primer lugar, quedó plasmada en un lema que, número tras número, proclamaba en la primera página el espíritu abierto e inclusivo de la publicación: "Revista que se edita en la comarca Ribera Alta del Ebro. Para todo el mundo". En segundo lugar, se materializaba en un principio que los editores consideraban irrenunciable. No excluirían a nadie que quisiera participar en la revista; por ello se abstendrían de valorar o criticar el trabajo personalísimo que cada autor escribía. Asimismo, establecieron una línea roja que los contenidos de su revista no debían cruzar: jamás atentarían contra la dignidad de personas e instituciones. En todo contaron con el apoyo inestimable de Antonio Fernández Molina. El poeta avala, apadrina y orienta la revista desde su segundo número, involucrando en el proyecto a amistades suyas de gran prestigio como Fernando Arrabal, Camilo José Cela, Pilar Quirosa-Cheyrouze, Magdalena Lasala, Ángel Guinda, Emilio Gastón, Raúl Herrero, Ángela Ibáñez, etc. Todos ellos colaborarán de forma desinteresada cediendo tanto obra editada como inédita.

La labor cultural que realizaba Laberinto a través del papel se complementaba con esa suerte de base de operaciones o sede social en que se convirtió el Bar Riga, donde se organizaban exposiciones artísticas y otras actividades, pero tratando siempre de acercar la cultura al gran público.

Hablar de todo proyecto cultural exige conocer cuáles fueron los apoyos con los que contó. Si bien el mundo de la cultura se volcó con Laberinto desde el primer momento, no podemos decir lo mismo de las instituciones locales. Solo al final, nuestro Ayuntamiento se dignó a la adquisición de algunos ejemplares para depositarlos en los edificios municipales, como la Biblioteca, en cuya sección de revistas se pueden leer todavía hoy. Sin embargo, el compromiso no fue constante en el tiempo, amén de que se compraron menos ejemplares de los que hubiera sido deseable. Nunca quisieron solicitar subvenciones públicas como forma de salvaguardar su independencia, conscientes de que el poder les podía imponer una línea editorial. De quienes tampoco se recibió suficiente apoyo fue de los establecimientos zaragozanos que la distribuían, pues no lo hacían por amor al arte y exigían una contrapartida. Por el contrario, la recepción de la revista por parte de los vecinos fue inmejorable. Tuvo éxito de ventas y además logró que muchas personas de todas las edades se animaran a la creación literaria. Laberinto mereció la pena, porque contribuyó a despertar conciencias y ejerció un valioso magisterio sobre la juventud deseosa de cultura de la Ribera Alta del Ebro. Incluso chicos de diez años se ponían en contacto con Carlos y Mariano para ofrecer su trabajo, que estos naturalmente aceptaban.

Todas las revistas literarias tienen fecha de caducidad y sus promotores lo sabían, pero el final de Laberinto no fue el que quizá se merecía. El coste de la revista y la soledad del equipo de redacción, unido a la pérdida de la ilusión de los primeros tiempos, hizo aconsejable una pausa. Carlos se propuso alcanzar los trece números, un número simbólico que rendía homenaje a la tertulia donde todo había empezado. Puesto que había demanda, estaba previsto retomar la revista más adelante. Sin embargo, este deseo no llegó a hacerse realidad y el número 13 fue el definitivo.

Fuente: Facebook
Cuando Carlos se hallaba en plena madurez creativa y saboreaba la vida a pequeños bocados, sus ilusiones, y con ellas la felicidad de su familia y sus amigos, se truncaron de golpe. Cuando lo supimos, los que le apreciábamos contuvimos la respiración, anhelando que todo quedara como un mal recuerdo. No pudo ser. Detrás estaba la dura enfermedad, una enfermedad larga y cruel contra la que se batió en lucha desigual hasta acabar completamente con sus fuerzas. El mal le obligó a dejar su profesión, pero nunca pudo acabar con su pasión. Carlos escribió hasta el último momento, pues sabía que una parte de él quedaría para siempre en cada verso, en cada estrofa, en cada metáfora. Su mente permanecía admirablemente lúcida y solo pensaba en ella. No en la Parca, que no se merece alimentarse de nuestro miedo, sino en Alicia, a la que dejaba viuda demasiado pronto. El pasado lunes, Carlos Sierra Pérez abandonaba este mundo para hacerse inmortal. El panadero trovador daba paso al mito. Cuando muere una persona joven, siempre parecen adecuadas las palabras de nuestro gran poeta Miguel Hernández en su nunca superada Elegía a Ramón Sijé, la cual representa, junto a las Coplas de Manrique, una de las cimas de la literatura fúnebre española:
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

Fueron muchos los alagoneros que quisieron darle el último adiós el día 22 de noviembre, festividad de Santa Cecilia, que además de patrona de los músicos lo es de los poetas. En el exterior de la iglesia llovía con fuerza. Quizá sea propio de malos escritores repetir siempre las mismas ideas, pero tienen razón los que dicen que el cielo lloraba. Habría que añadir que las gotas eran las lágrimas que se deslizaban por la mejilla de la santa romana, que se une al duelo por la muerte de aquellas personas que más la han glorificado a través de la pluma. Desde VIDA ALAGONESA queremos expresar nuestras condolencias a la familia y también un deseo. En nuestro pueblo se celebran desde hace unos años los Encuentros de Poesía "Villa de Alagón". En su II edición, que tuvo lugar en enero de 2015, estaba prevista la participación de Carlos, pero la enfermedad ya entonces se lo impidió. Sus compañeros de cartel tuvieron palabras de ánimo y desearon su pronta recuperación. Casi dos años después, siendo que Carlos Sierra es el alagonero que, indiscutiblemente, más ha hecho por la poesía, parece razonable que este encuentro anual lleve a partir de ahora su nombre. Creemos que es el mejor reconocimiento (aunque póstumo) que nuestro Ayuntamiento puede otorgarle. Nos gustaría que se atendiera esta petición, confiando en que logre ablandar el corazón de los que nos gobiernan. Mientras tanto, la mejor forma de concluir este homenaje es recuperando uno de los  muchos poemas que escribió Carlos. Hemos seleccionado el que lleva por título Dejad, que apareció en el nº 8 de la revista Laberinto y se publicó después en Etilírica, un librito editado en 2015 por Ediciones del 4 de agosto en colaboración con el Ayuntamiento de Alagón. Escrito en un momento de felicidad en lo personal y de plena actividad en lo creativo, sus metáforas adquieren tras su muerte un nuevo significado. Sería un precioso epitafio.

Dejad que me cubra la noche.
Dejad que las sábanas
sean la mortaja,
donde descansen todos mis días.

Dejad que hable el viento.
Dejad que las palabras,
los verbos, la razón, se escape
a través de mi garganta.

sábado, 19 de noviembre de 2016

Un silencio antiguo y amargo.

El próximo día 22 de noviembre es la festividad de Santa Cecilia, patrona de los músicos, y para celebrarlo VIDA ALGONESA quiere hacer un pequeño homenaje a la tradición musical de nuestro pueblo. Sobre la música en Alagón se han dicho no pocas inexactitudes, que ahora es preciso matizar. Es sabido que contamos con grandes músicos, con una excelente Banda de Música, con dos grupos de canto coral y con un folclore que goza de gran vitalidad, como pusimos de relieve en nuestro artículo sobre Celia Sanz y Germán Santabárbara. Sin embargo, en Alagón no es oro todo lo que reluce. Se ha dicho un tanto a la ligera que vivimos una época de esplendor musical sin precedentes o que en Alagón vivimos la música con un entusiasmo especial. Tal vez cualquier tiempo pasado fue peor, pero en nuestro caso no ha sido así. Y es que Alagón ha sufrido un retroceso o empobrecimiento musical de gran magnitud. Lo cierto es que fuimos durante siglos un pueblo de órganos, el instrumento rey, y de organistas, aunque de ese pasado ya no queda nada. De los cinco órganos que, como poco, llegamos a tener, ninguno está en uso. Unos destruidos, otros trasladados y el de la parroquia abandonado. ¿Acaso puede haber algo más triste para un instrumento concebido para crear música que ser silenciado durante décadas? En Alagón la música de órgano ha sonado durante cinco siglos sin interrupción, pero hoy de las iglesias de Alagón se ha apoderado el silencio más amargo, un silencio antiguo que nadie se ha atrevido a cuestionar. Como interesaba más la música popular y el folclore, nos hemos olvidado por completo de este brillante episodio sonoro. Y ni las autoridades políticas ni las religiosas han mostrado interés real en restaurar nuestro patrimonio musical, a pesar de las cuantiosas subvenciones que la DPZ ha destinado desde los años ochenta a tal fin. No podemos comprender cómo un pueblo que presume de buenos músicos haya podido permitir esta situación. Y así nos ha ido, que mientras en muchos pueblos de la provincia se realizan todos los años conciertos de música clásica con concertistas de prestigio internacional, en Alagón seguimos empeñados en darle la espalda a Bach y a Haendel y lo que es peor, a nuestra propia historia. Tampoco nadie ha querido acordarse de nuestros organistas, algunos de los cuales llegaron a ser destacados músicos. En Alagón nacieron organistas de la talla de Pablo Nasarre, el mejor tratadista musical del Barroco español, o Miguel Arnaudas, cuya obra continúa en su mayor parte inédita para el público actual. Por no hablar de D. José María Berdejo, que fue infantico como Arnaudas y que en la actualidad mantiene viva la gloriosa tradición de los organistas de Alagón desde su condición de Director de Música de las Catedrales de Zaragoza. Siempre hemos creído que, de restaurarse el órgano de la parroquia, debería ser él el encargado de hacerlo sonar por primera vez. En el presente artículo, trataremos de reconstruir la historia y las desventuras de los órganos de las iglesias de Alagón, con la esperanza de que algún día, no muy lejano, la música de órgano vuelva a sonar en nuestro pueblo. No solo sirve para dignificar la liturgia católica, sino que es parte esencial de la oferta cultural de calidad que todos nos merecemos y que en última instancia puede contribuir al desarrollo turístico de la localidad.
Sabemos que el órgano de la iglesia de San Pedro fue construido antes de 1543-1554, ya que en ese lapso de tiempo pudo ser visto por el arzobispo D. Hernando de Aragón en una Visita Pastoral que realizó a nuestra parroquia. A juzgar por las palabras que dejó escritas el prelado zaragozano, el instrumento debió de causarle una grata impresión, pues dijo que era un órgano "bueno". La utilización de este adjetivo no es gratuita y demuestra la calidad que tenía el órgano, dicen incluso que a la altura del de San Pablo en Zaragoza, puesto que D. Hernando, cuando se encontraba con un órgano a su juicio inferior, no dudaba en dejar constancia de ello. Así por ejemplo, el órgano de Santa María de Ejea de los Caballeros es calificado de "decente". El siguiente capítulo importante de la historia de este órgano tuvo lugar el 22 de julio de 1772, cuando la caída de un rayo le causa graves desperfectos. Tuvo que rehacerse el arco y el hueco del órgano, desmontarse el antiguo instrumento y montarse de nuevo por el organero Tomás Sánchez, aprovechando para ello parte de la tubería original del siglo XVI. El nuevo órgano fue recibido y dado por bueno por el organista de Épila, Juan Gutiérrez. De esta reforma procede la caja actual. De factura neoclásica, está organizada a modo de retablo, con tres calles flanqueadas por pilastras y rematadas en frontón. En el siglo XIX sufrió alguna reforma para adaptarlo a los nuevos gustos románticos, pero mantuvo su singularidad primigenia. El órgano se mantuvo en uso hasta bien entrado el siglo XX, utilizándose profusamente en la liturgia preconciliar, como bien recordarán los alagoneros que vivieron su infancia en los años cuarenta o cincuenta del pasado siglo. Uno de esos niños fue D. Antonio Esaín Escobar, quien mucho tiempo después rememoraría esta etapa de su vida en su miscelánea local Nuestra infancia en Alagón. En este libro, que constituye un valioso testimonio histórico, Esaín evoca un ambiente musical muy distinto al actual: "Bajo la dirección de Mosén Félix Lacambra, coadjutor de la Parroquia y organista del templo, estudiábamos nociones de solfeo y cantábamos gregoriano, durante la Misa solemne de los festivos que se celebraba sobre las 11 horas. Daba gusto ver cantar desde el Coro de San Pedro el Credo III y la Misa de Angelis, alternando las voces de los adultos y las de tono soprano de los niños que éramos entonces".  Prosigue su relato recordando que "había que aprender a manejar un manubrio que insuflaba aire al órgano de la iglesia y que se movía a turnos, mientras Mosén Félix manejaba diestramente el teclado y los registros". En las últimas décadas, el órgano ha dejado de ser bien visto por parte de los distintos párrocos que ha tenido Alagón y la música sacra ha dejado de sonar, hasta ahora. Años de abandono han debido de hacer mella en el instrumento, muy sensible a la suciedad, el polvo y la acción de roedores e insectos. Como paso previo a su futura e irrenunciable restauración, habría que realizar un estudio técnico que detectara las distintas patologías que puede presentar así como los trabajos que son necesarios para su puesta a punto. Por último, debemos mencionar que la parroquia tuvo un armonio, que actualmente se guarda en la capilla de Santa Ana.
El órgano de la iglesia de San Antonio pudo construirse a mediados del siglo XVIII, que es cuando se acomete la decoración escultórica y pictórica del interior del edificio. Cuentan que musicalmente no era un órgano muy bueno, pero su magnífica caja rococó merece un comentario aparte. Se ubica sobre las capillas laterales, en el segundo tramo de la nave desde los pies. La mazonería se estructura en cinco calles, como era frecuente en los órganos de tamaño mediano de la época. La caja, que se decora con espejos de rocalla, representa un hito sin parangón entre los órganos conservados en la provincia, pues ejemplifica como ningún otro las pretensiones escenográficas y la grandilocuencia estética y espacial del órgano barroco. En otras iglesias el órgano se nos muestra como un aditamento prescindible, como un añadido al edificio relegado a una tribuna alta a los pies. En San Antonio, en cambio, el órgano se concibe como un elemento armonioso que se mimetiza a la perfección con el resto de la iglesia. La belleza de su caja no sirvió sin embargo para evitar la destrucción del que probablemente sea el órgano más maltratado de cuantos han existido en Alagón. En la aciaga noche del 18 al 19 de julio de 1936 -según la versión oficial- un grupo de incendiarios, aprovechándose de la incertidumbre reinante en los primeros momentos de la sublevación militar, irrumpen en la iglesia de San Antonio y le prenden fuego. Sobre el alcance real de los daños que este incendio causó existe gran controversia, puesto que la exactitud de las fuentes que existen sobre los hechos es más que dudosa. El principal testimonio escrito de que disponemos lo proporciona la nada imparcial Junta de Agravios, constituida en abril de 1937 bajo la presidencia del alcalde Gregorio Vera Ilundaín. La primera actuación de esta Junta fue elevar al Gobernador Civil de la provincia un acta en la que se informaba de los daños causados por las llamadas "hordas marxistas". Esta acta se estructura en varios puntos, cada uno de los cuales se refiere a elementos concretos de la iglesia: el altar mayor, la sacristía, los adornos de madera... Para nuestro estudio tiene especial relevancia el apartado 3º, que dice: "Completamente destruido el grandioso órgano, fundidos sus tubos metálicos y trompetas".  La rotundidad con la que se expresa la destrucción del órgano, con el uso del adverbio completamente, debe ponerse en cuarentena. Y es que resulta casi del todo improbable que los pirómanos de 1936 tuvieran tiempo de fundir los tubos del órgano en unas pocas horas. Esta apreciación se ve reforzada por algunos testimonios orales, que nos dicen que muchos años después de la contienda se conservaba todavía gran parte de la tubería y, por descontado, de la mecánica y el teclado. La pérdida definitiva del órgano de San Antonio fue obra de aquellos que estaban al frente del cuidado de la iglesia, que decidieron malvender los tubos, de madera, plomo y estaño, por lo poco que pudieran obtener por ellos, una vez rebajados a la condición de chatarra. En la fachada del órgano subsistieron, y todavía pueden verse en la actualidad, como testimonio de lo que llegó a ser en su época de esplendor, unos pocos tubos canónigos, que eran aquellos tubos de madera pintada cuya función era meramente decorativa. La historia del órgano de San Antonio no acaba aquí, pues todavía faltaba por escribirse el último capítulo de su historia, que por increíble, es acaso tan doloroso o más que los anteriores. En 1997 el templo quedaba definitivamente restaurado después de varios años de colaboración entre la Diputación Provincial y el Ayuntamiento. Quizá fuera por el agotamiento de los fondos municipales o por considerar otros objetivos más prioritarios, pero en 1997 nadie se acordó del órgano. Su desdichado silencio seguía sin hallar consuelo. Y cuando años después parecía que por fin el órgano iba a recobrar su carácter y su sonoridad, llegó otra decepción. Conviene acudir a la hemeroteca para recordar que en octubre de 2010 (no hace tanto) una esperanzadora noticia saltaba a la prensa local: Convenio a tres bandas para restaurar el órgano de San Antonio. Resulta que el alcalde D. José María Becerril firmó en el antiguo Salón de Plenos de la DPZ un acuerdo de colaboración (muy ventajoso) con el Arzobispado de Zaragoza y la Diputación, de forma que el ente provincial asumiría el 60 por ciento del coste de la restauración y nuestro ayuntamiento tan solo aportaría ¡16.635,10 euros! Nadie puede decir a la luz de estos datos que fuera un convenio oneroso para el bolsillo de los alagoneses. Sin embargo, seis años han pasado desde entonces y el órgano sigue sin restaurar. Los españoles tenemos fama de tardar demasiado en ejecutar las obras, pero esto sobrepasa con creces aquel manido estereotipo. Se trata de un convenio que ni se cumplió ni se cumplirá. Como potenciales beneficiarios de la restauración del órgano que éramos todos los alagoneses deberíamos exigir una explicación. Lástima que nuestro alcalde no sea el gran Pepe Isbert.
Siendo San Juan convento de religiosos agustinos descalzos, sabemos que dispuso de un buen órgano, pero del que apenas se tienen noticias. Aquí ofrecemos un dato inédito que puede contribuir a mejorar el conocimiento que tenemos de este instrumento. Su construcción la hemos datado en los primeros años del siglo XVII y atribuido al maestro de hacer órganos Cristóbal Fernández de Heredia, que en 1611 lo encontramos viviendo en Alagón. La existencia de un organista en Alagón ha pasado prácticamente desapercibida. Sin embrago, de ella ya dio cuenta hace casi cuarenta años D. Pedro Calahorra Martínez en su obra Música en Zaragoza, tras una minuciosa consulta de los fondos del Archivo Histórico Provincial. Allí se conservan unos documentos que nos han permitido realizar la atribución del órgano de San Juan de Alagón a Fernández de Heredia. En efecto, sabemos documentalmente que el organero de Alagón firmó concordia notarial con los frailes de San Agustín, no sabemos de qué localidad y probablemente para la construcción de un órgano. Aunque no podemos afirmarlo fehacientemente, no resulta descabellado aventurar que esos frailes fueran los religiosos de Alagón. Seis años antes se habían instalado en la villa, y llegado el momento de encargar la construcción de un órgano, qué mejor que ponerlo en manos de un maestro que vivía en la misma localidad, evitando así las incomodidades y demoras que supondría encargárselo a un organista de otro lugar. Este órgano fue desmantelado como consecuencia de la exclaustración del convento en la Desamortización de Mendizábal (1836). Los Misioneros del Corazón de María (claretianos), instalados en el edificio a partir de 1875, debieron suplir su desaparición con la adquisición de un armonio, más barato y de dimensiones más reducidas que un órgano de tubos.

La flecha amarilla indica la ubicación del antiguo órgano del Castillo.
La ermita de la Virgen del Castillo también contó con un órgano hasta fechas recientes. En 1977, el catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza D. Gonzalo Borrás Gualis todavía pudo ver in situ este órgano y dejar constancia de su existencia en el Inventario artístico del arciprestazgo de Alagón, realizado ese año pero publicado mucho tiempo después. Borrás nos dice que el órgano estaba decorado con arquitecturas del siglo XIX. Debió construirse para remplazar al que probablemente existió antes de la destrucción causada por los franceses en la Guerra de la Independencia. Su estética sonora la suponemos romántica, como corresponde a la moda del momento de su construcción. El instrumento debió desmantelarse poco después de la visita de Borrás, en la última gran (y desafortunada) reforma que sufrió el templo. La reforma no solo afectó al exterior de la ermita, donde se derribaron las construcciones anejas que daban a la plaza, sino también al interior, eliminándose elementos decorativos y litúrgicos tales como el púlpito, la reja del altar mayor o el órgano. Este último se ubicaba en la parte derecha de la nave, junto al coro, en el lugar donde se expone actualmente al culto el Cristo crucificado del siglo XVII de nuestra Semana Santa. Detrás del órgano se levantaba una pequeña habitación, desaparecida en la actualidad, donde se encontraban los fuelles, la maquinara y todo cuanto fuese necesario para el buen funcionamiento del órgano, que hace siglos no estaban electrificados, por lo que se necesitaba el concurso de los manchadores, que era como se conocía en Aragón a las personas que movían los fuelles del órgano. De este antiguo cuarto quedan varios testimonios materiales. Puede apreciarse en viejas fotografías, como la que publicamos arriba, donde lo vemos a la izquierda del acceso a la iglesia; y también en los planos anteriores a la reforma, como el de arriba, donde hemos resaltado dicho anejo en naranja; mientras que con una flecha amarilla se indica la ubicación del órgano en la nave. También en el edificio han quedado huellas. Si nos acercamos a la Plaza del Castillo y nos situamos frente a la ermita, podremos ver entre el primer y el segundo contrafuerte, empezando por los pies del templo, el antiguo arco de medio punto que cobijaba al órgano, hoy cegado con ladrillos. En el interior del templo, la marca de ese arco se aprecia con menor nitidez, pero también es visible a simple vista.
 Según fuentes consultadas por VIDA ALAGONESA, los tubos de este órgano se guardaron en el cubículo situado bajo la escalera por la que se accede al coro, pero desconocemos si en la actualidad siguen ahí. La supresión del órgano de la ermita, seguramente "porque molestaba", fue un grave error y pone en evidencia la incultura y el desprecio con el que este pueblo ha tratado a una parte importante de su historia musical.
Por último, aunque no por ello menos importante, debemos hacer mención a la desaparecida iglesia del Convento de religiosas franciscanas de la Purísima Concepción. En su interior no se guardaban bienes artísticos de especial interés, pero sí lo tenía un magnífico órgano construido en la segunda mitad del siglo XIX o en los primeros años del siglo XX por el prestigioso taller zaragozano de la familia Roqués. La fecha exacta de la construcción nos es desconocida pero, en cualquier caso, es seguro que tuvo lugar antes del año 1911. La familia Roqués ocupa un lugar importante en la historia de la organería española por la calidad y abundancia de su producción, así como por haber logrado conciliar satisfactoriamente la tradición del órgano ibérico del Barroco con el nuevo gusto romántico que se había impuesto en la Europa decimonónica. El historiador local D. Manuel Serrano Villalba ha confirmado a VIDA ALAGONESA que este órgano no corrió la misma suerte que el malogrado convento que lo albergaba y no fue destruido, como cabía suponer en un primer momento. Afortunadamente, el órgano fue trasladado a otra iglesia con la intención de darle un nuevo uso y aunque no sepamos cuál fue el destino de este valioso instrumento, no nos resulta difícil intuirlo. Puesto que el edificio pertenecía a la orden religiosa y no a la diócesis, es muy probable que el órgano se desmontara con destino a un convento de esa misma congregación. Sería conveniente seguir en el futuro con estas pesquisas hasta dar con el paradero actual de esta joya musical salida a hurtadillas de nuestro pueblo en los años del Desarrollismo urbanístico. Este sería un primer paso para logar moralmente la reparación de un grave atentado contra el patrimonio histórico del que todavía hoy nos lamentamos los alagoneses.

sábado, 12 de noviembre de 2016

Ha sido presentado un nuevo número de la revista "China Chana".

La Peña Sajeño-Alagonesa de Alagón, en el marco de las Jornadas Culturales que se van a prolongar durante todo el mes de noviembre, ha presentado el último número de su revista-boletín China Chana. La publicación, que este año alcanza ya su número 23, está dedicada a un feliz acontecimiento: el trigésimo quinto aniversario del nacimiento de la peña. En el editorial se recuerda que la peña "empezó en un pequeño local, con 18 personas. Treinta y cinco años después somos 195 socios y, nuestra sede, es un precioso caserón de finales del siglo XV y principio XVI, con una maravillosa bodega". 

En páginas interiores, bajo el título Un pequeño homenaje, se reproduce un escrito que fue publicado en China Chana nº 9, en el XX Aniversario, por D. Antonio Vallano. En él toma la palabra por primera vez un personaje insólito y estelar, que ha sido testigo silencioso de la historia de Alagón y guardián fiel del hermanamiento entre Alagón y Sax. Este no es otro que Casa Climent, el magnífico edificio de la calle Jota Aragonesa, que tanta admiración despierta entre los que la visitan por primera vez. Desde esta original perspectiva, Vallano recordaba el nacimiento de la Casa, cuando sus primeros moradores la habitaron; para después entristecernos con el relato de los momentos más aciagos de la ilustre mansión. "Como todo el tiempo pasó y fui quedando relegada al olvido, la ruina se fue apoderando de mis tejados, de mis paredes...". Por último, se abre paso la esperanza y una nueva vida, un renacer. La Peña Sajeño-Alagonesa volvió a llenar de ilusión y calidez humana sus estancias. "Fueron vuestras manos las que me reconstruyeron, acariciaron, dieron nuevas formas, fueron vuestras risas, vuestros proyectos los que rejuvenecieron mi espíritu cansado". Un bonito escrito que ha sido todo un acierto recuperar.


Sin perjuicio de lo anterior, y como viene siendo habitual, sus contenidos no tienen carácter monográfico, puesto que se ocupan de muy diversos y variados temas, que comprenden desde las ciencias sociales hasta la literatura pasando por la gastronomía, un campo, este último, que siempre ha sido muy mimado por la Sajeño, pues así lo incluyeron en sus propios Estatutos. Dª Paqui Agulló firma Sensaciones, todo un canto a la amistad en el que recuerda el viaje que los gigantes y cabezudos de Alagón hicieron el pasado día 24 de septiembre hasta Sax. Este hecho también ha sido destacado por el alcalde del municipio alicantino, D. José María Espí Navarro, quien en su escrito afirma que fue "el mejor desfile de Gigantes y Cabezudos que se había visto en Sax".  D. Pedro Martínez Ganga es el autor de Hablando en Sajeño, un texto que en el que se inserta el extenso poema narrativo y dialogado Las lágrimas de San Blas. D. Luis Casanova Villagrasa transcribe el artículo publicado por D. Alberto Lasheras en la revista "Desde Monegros", sobre la vinculación del linaje de los Alagón con la Cartuja de Nuestra Señora de las Fuentes, ubicada en dicha comarca aragonesa. Esta cartuja, la primera de Aragón, fue fundada por el XII señor de Sástago, D. Blasco de Alagón y su segunda esposa D.ª Beatriz de Luna. En la iglesia del cenobio reposaban los restos de su hijo D. Artal. A tal efecto, se mandó construir un magnífico sepulcro con la imagen yacente del difunto. En el frontal aparecía el escudo del caballero, que resulta de la fusión de los de las casas de Luna y Alagón. Tras la Desamortización el sepulcro desapareció y de él no conservamos ningún fragmento. Tan solo el dibujo que abajo reproducimos, extraído del mencionado artículo, y cuyo original está custodiado en el Archivo de la Corona de Aragón (Barcelona).

Ocupa las dos páginas centrales de la revista el emotivo elogio fúnebre que D. Luis Nogueras Samper dedica a su amigo D. Ángel Morales Becerril. Descanse en paz, el infatigable, entusiasta y Ejemplar peñista, cuyo recuerdo permanecerá siempre vivo en la terraza de la casa, que por decisión de la Asamblea General lleva desde este año el nombre de "Terraza de El Abuelo". Junto con los distintos escritos que hemos ido mencionado, la revista incluye asimismo numerosas fotografías a todo color, entre las cuales queremos destacar algunas de archivo de los primeros años de la peña, y que, a buen seguro, despertarán numerosos recuerdos y emociones a los que allí estuvieron. Escribe unas líneas la Comparsa de Alagoneses, que en 2020 celebrará su cincuenta aniversario, con las que quieren hacer partícipe al pueblo de Alagón de esta importante celebración, para la que se ha confeccionado un programa de actividades y eventos.


En la última página, Pastelería Riba nos deleita con la receta de las célebres Tortillas de Alagón, un postre imprescindible de nuestra gastronomía. Asimismo aparecen unos breves apuntes en los que se cuenta la historia de este exquisito manjar; no nos resistimos a reproducirlos para que queden aquí consignados: "[...] Se servirán como complemento a una comida o como agradecimiento de un servicio a algún eclesiástico. Aparecen documentadas desde 1851 en las fiestas de San Antonio. Así se enviaron al predicador: 12 TORTILLAS con almíbar. El Excmo. Sr. D. Casimiro Morcillo, arzobispo de Zaragoza entre 1955 y 1964, al degustar en nuestro pueblo tan delicado postre, en una Visita Pastoral a Alagón exclamó complacido: nunca había comido algo tan delicioso". 

No queremos olvidarnos tampoco de la magnífica portada que abre este número de China Chana. Se ha elegido en esta ocasión el cartel realizado por D. José María Martínez Antolín para conmemorar el 35 aniversario de la Peña Sajeño-Alagonesa y también dos fotografías que muestran la comparativa entre el estado de la casa en los primeros tiempos, con la fachada sin restaurar, y el magnífico aspecto que presenta en la actualidad. Ya es todo un clásico que, de fondo, los editores elijan poner la bandera (oficial e institucional) de Alagón. Se agradece de vez en cuando este amor hacia nuestros símbolos, los que nos unen y nos representan, máxime si tenemos en cuenta que ni siquiera nuestro propio ayuntamiento es capaz de tener expuesta (por no decir ondeando) la bandera local en el balcón de la Casa Consistorial, del que sin previo aviso se retiró en las pasadas fiestas de junio para no volver ya. Queremos acabar este escrito felicitando a la Peña Sajeño-Alagonesa por su aniversario y deseándoles muchos más, algo que parece asegurado, dada la incorporación de jóvenes peñistas en los últimos años.