sábado, 20 de agosto de 2016

Zaragoza reivindica el legado pictórico de Pelegrín

El pasado 15 de abril se presentaba al público la completa renovación de uno de los espacios más emblemáticos del Museo de Zaragoza: la Galería, donde se muestra la pintura y escultura de finales del siglo XIX y primeros decenios del XX. Desde Vida Alagonesa creemos que es una muy buena noticia y queremos hacer partícipes de ella a todos los aficionados al arte de Alagón. Y es que nuestro pintor más ilustre y universal, Santiago Pelegrín Martínez (1885-1954), vuelve a estar presente en las salas del principal museo zaragozano tras más de ocho años de ausencia.

Según fuentes del Museo de Zaragoza consultadas por Vida Alagonesa, la “recuperación” de la obra de Pelegrín ha sido un empeño personal de su actual director, D. Julio Ramón Sanz, un declarado admirador de las vanguardias históricas. El propio Ramón señaló a Heraldo de Aragón que habían querido hacer un discurso actual, moderno, que diera visibilidad a la riqueza de las colecciones del museo.

FOTO: JAIME GALINDO

La renovación ha permitido incluir obras de artistas aragoneses contemporáneos como Marín Bagüés, Luis Berdejo, Honorio García Condoy, Martín Durbán, José Baqué o Javier Ciria, algunas de las cuales no se habían exhibido hasta ahora o permanecían sin mostrarse al público desde hace años. Los trabajos de estos autores articulan un discurso rico y coherente, que contextualiza y facilita la comprensión de la obra del pintor de Alagón.

De Pelegrín se exponen cuatro pinturas de pequeñas dimensiones, adquiridas por el Gobierno de Aragón en 1994. Sobresale entre ellas el archiconocido retrato del escritor Benjamín Jarnés, también aragonés y amigo del pintor de Alagón, que lo llegó a retratar hasta en tres ocasiones. Los tres retratos se realizaron en torno a 1927-28, momento en el que Pelegrín mantuvo relaciones más estrechas con el grupo de artistas de vanguardia y conoce el llamado “Arte Nuevo”. El que ahora nos ocupa está resuelto con línea depurada y empleo de planos facetados de color.



Anterior al retrato de Jarnés es la pintura Jardinero, fechada entre 1926 y 1927, poco antes de que la obra de Pelegrín evolucionara hacia su etapa más famosa: la estructuración cubista; y en cuya composición predominan las grandes manchas de color. El paisaje es una constante en la obra de Pelegrín, como tema en sí mismo u ocupando el fondo de sus figuras y retratos. En esta ocasión el protagonista es uno de los jardineros del Jardín Botánico de Madrid. Otro cuadro que seguro sorprende al visitante es Composición surrealista, realizado entre 1927 y 1929; es una obra importante por tratarse de la única incursión de Pelegrín en esta corriente, acaso influenciado por su círculo de amistades madrileño. El cuadro está realizado en tonos suaves: verdes, marrones, grises y amarillos.

La cuarta y última obra merece especial atención. Se trata de Mujer con huevos, un cuadro que fue presentado en 1930 en la segunda edición del Salón Regional de Bellas Artes en el Casino Mercantil y donde se aprecia la influencia de los ideales estéticos de los italianos de I valori plastici. Mujer con huevos representa un nuevo giro en la trayectoria artística de Pelegrín: el fin de las experimentaciones cubistas y el retorno a un nuevo clasicismo. La figura, de rotundos volúmenes trazados con precisión mediante una definida línea de dibujo, se ve subrayada por suaves luces y sombras que enriquecen el colorido en tonos grises.

El año 2016 está siendo una ocasión magnífica para acercarse a la obra de nuestro paisano, un pintor cuyo legado no se prodiga mucho en los museos y que a menudo resulta difícil de ver. Por ello, hay que insistir en lo excepcional del momento. Este año no solo ha estado presente en el Museo de Zaragoza, sino que también tuvimos la oportunidad de verlo en las salas del Museo Ibercaja, antiguo Camón Aznar, segundo museo en importancia de la ciudad. En este céntrico espacio museístico se pudo admirar hasta el 5 de junio la exposición temporal Goya en los pintores aragoneses del retrato, de la cual formaba parte el Retrato de María Pelegrín, un óleo de 1925 en el que el pintor plasma con gran sensibilidad y delicadeza a su hija. La niña sostiene en sus brazos una muñeca sobre un fondo de estilizados árboles en el que el artista ha obviado cualquier efecto de profundidad. Esta pintura fue cedida para la exposición por el Museo de Zaragoza, de cuyas paredes había colgado durante algunos años como puede constatarse en la propia Guía del Museo del año 2003.

FOTO: J. GARRIDO

En las próximas semanas nos detendremos en las obras de Pelegrín que se conservan en Alagón, las cuales merecen -a nuestro entender- un artículo específico.

No hay comentarios:

Publicar un comentario