sábado, 5 de noviembre de 2016

El turismo de cementerios, una actividad en alza.

Acabamos de celebrar la solemne festividad de Todos los Santos y, como manda la tradición, han sido muchas las personas que se han acercado estos días hasta el cementerio municipal de Alagón. Para muchos, esta es la única ocasión de todo el año en la que pisan estos recintos, que creemos gozan de muy mala fama en el siglo XXI. En la sociedad actual  la muerte es un tema tabú y siendo los cementerios su máxima representación, nos da la impresión de que se les ha dado la espalda a estos lugares, ignorando su valor intrínseco y desconociendo por completo su historia y las tradiciones a ellos asociadas. Una mentalidad diametralmente opuesta a la de los escritores románticos, los cuales se sintieron fascinados por la misteriosa atracción y el poder evocador de los cementerios, o a la de nuestros antepasados, que vivían y sobrellevaban el hecho de la muerte con mayor naturalidad. Afortunadamente esta errónea forma de relacionarse con los cementerios está empezando a cambiar. Cada vez son más personas las que valoran los cementerios como un interesante bien cultural. Son personas con estudios universitarios, reflexivas, cosmopolitas y con una mayor sensibilidad hacia el arte, con independencia del contexto en el que se encuentre. No vamos a negar que los cementerios son eminentemente lugares de recuerdo, en los que se tiene muy presente a personas que ya no se hallan entre nosotros. Pero debemos reconocer que los cementerios también son espacios de arte, historia y patrimonio; por no hablar de la calma y el sosiego que uno encuentra en el interior de sus muros. En Europa hace muchos años que se puso de moda el turismo de cementerios, también conocido como necroturismo. Este fenómeno nació asociado a la visita a tumbas de personajes ilustres o famosos, como sucede en el cementerio parisino de Pére-Lachaise. Esta forma diferente de hacer turismo también ha llegado a España. Desde hace unos cuantos años, una conocida empresa zaragozana dedicada al sector turístico realiza visitas nocturnas y teatralizadas al Cementerio de Torrero. En Alagón podría hacerse algo similar. Un hecho que nos ha sorprendido especialmente es que todavía no se ha escrito un catálogo sobre el cementerio de Alagón. Por ello creemos que es el gran olvidado del patrimonio de nuestro pueblo. Se han realizado muchos trabajos sobre el patrimonio artístico en Alagón e incluso un inventario de las iglesias. Sin embargo, a nadie se le ha ocurrido en todo este tiempo echar un vistazo al arte que atesora nuestro cementerio. Alguien tenía que dar el primer paso y ha sido VIDA ALAGONESA quien ha decidido hacerlo. Cuando terminen de leer este artículo les invitamos a dar un paseo con calma por el cementerio de Alagón, el mayor museo de arte público que existe en nuestra comarca.  Así podrán darse cuenta de que los cementerios no tienen por qué ser exclusivamente lugares de muerte, también pueden serlo de vida. En muchos países de Europa son conscientes de ello y realizan todo tipo de actividades culturales en estos recintos: poesía, música, teatro... Proponemos a la Oficina de Turismo de Alagón que al año que viene, para estas fechas, organice alguna visita guiada a nuestro cementerio. Seguro que es recibido con interés por parte de los vecinos. La elaboración de un folleto informativo y la inclusión del cementerio en la oferta turística de nuestro pueblo junto a los monumentos más conocidos (iglesias, El Caracol) completarían la puesta en valor de nuestra necrópolis. Deseamos, con esta pequeña contribución, que el cementerio deje de ser ese espacio desconocido y hostil.
El concepto moderno de cementerio es relativamente reciente. Históricamente en España los enterramientos se realizaban dentro de iglesias y monasterios, así como en los fosales habilitados en sus exteriores. Durante el reinado de Carlos IV se dictaron varias órdenes que obligaban a los Concejos a la construcción de cementerios municipales.  Ante el incumplimiento generalizado de estas disposiciones se tuvieron que dictar otras en los primeros años del siglo XIX. Un decreto de las Cortes del día 1 de noviembre de 1813 ordenaba se dispusieran en toda España, en el plazo de un mes, cementerios provisionales en los que fueran inhumados todos los cadáveres hasta que se construyeran los permanentes. Sin embargo, era tan grande la oposición a los enterramientos fuera de las iglesias que todavía en 1857 había en España 2655 pueblos que carecían de cementerio y, en vista de ello Isabel II dispuso por Real Orden de 26 de noviembre que al menos se construyeran en ellos un cercado fuera de población para los enterramientos. Es probable que el primer cementerio de Alagón se construyera entonces, aunque se tratara solo de una solución con carácter provisional, pues el cementerio actual no se construye hasta 1884. De esta década son, por tanto, los enterramientos más antiguos que han llegado hasta nosotros. A comienzos del siglo XX el cementerio de Alagón va a vivir una época de gran esplendor artístico. La prosperidad económica experimentada por la villa gracias al regadío y a la instalación de la fábrica azucarera en 1900 va a verse reflejada en el arte funerario que se realiza en el cementerio. Aunque la muerte es igual para todos, no es igual la forma de afrontarla. Las clases pudientes alagoneras (industriales, profesionales liberales, terratenientes) mandaron edificar magníficos monumentos que fueran fiel testimonio para la posteridad de la grandeza de sus linajes y la prosperidad de sus negocios. Hemos hecho el interesante ejercicio de consultar la lista de los mayores contribuyentes en 1932. Los nombres que aparecen en ella tienen en común, no solo su poder económico, sino también su condición de propietarios de magníficos panteones. Podemos distinguir cuatro tipos de enterramientos: fosa en tierra, panteón escultórico, panteón-capilla y manzana de nichos. Todos ellos están, en mayor o menor medida, representados en el cementerio de Alagón. La primera tipología de enterramiento se practica directamente sobre la tierra, cubriéndose después con una losa de piedra. Normalmente son tumbas de gran sencillez, con tan solo una cruz  de forja o piedra en su cabecera, aunque en ocasiones también presentan esculturas o estructuras arquitectónicas más complejas. De gran interés artístico son los enterramientos de Ginés Romero, una estela troncocónica con decoración vegetal sobre la que aparece un hermoso ángel en medio relieve representando la ascensión del alma a los cielos; el de la Familia de Arqué, de composición clásica, está muy influenciado por el arte funerario romano y el de D. Manuel Valiente, con una cabecera en forma de cruz de grandes dimensiones en la que aparecen varios motivos decorativos como el alfa y la omega y un medallón con el rostro de Cristo. En lo alto aparece un flamero, tal vez representando la vida eterna. La segunda y la tercera tipología son los llamados panteones familiares, bajo los cuales se dispone una cripta subterránea con nichos. La diferencia fundamental entre los dos tipos estriba en la forma en la que exteriormente se cubre la cripta. En el panteón escultórico se colocan imágenes de vírgenes, santos o ángeles, en ocasiones formando conjuntos de gran monumentalidad. De este grupo de panteones habría que destacar el de D. Manuel Lenguas, construido en 1915 o el de D. Ponciano Vera. En el tipo de panteón capilla se construye sobre la cripta un espacio, normalmente cuadrado o rectangular,  provisto de altar en el que pueden celebrarse oficios religiosos. Este grupo de panteones, por tratarse del tipo más lujoso, está escasamente representado en Alagón. La mayoría de estos panteones son modernos y de poco interés artístico. Tan solo destacaremos el Panteón de D. José Manso, de estilo clasicista, y el de D. Francisco Charlez, de inspiración ecléctica. Al panteón de la familia Manso, de planta rectangular, se accede por una puerta adintelada coronada por un frontón clásico sin entablamento. En el centro del tímpano aparece un magnífico escudo heráldico que consta de cuatro cuarteles, muy adornado al exterior con banderas y timbrado con corona de marqués. A modo de acrotera, una cruz con una corona vegetal remata el conjunto, que se cubre con cubierta a dos aguas. En el panteón de Charlez destaca, sin tratarse de una obra historicista, la utilización de elementos decorativos próximos al plateresco español, como pueden ser los grutescos o las veneras.


Desconocemos por el momento la autoría de la mayoría de los panteones, pero es muy probable que los proyectos de estas construcciones, así como los correspondientes expedientes administrativos se conserven en el Archivo Municipal de Alagón o en los archivos particulares de las familias comitentes. Sí sabemos que para el cementerio de Alagón realizó obras el afamado taller zaragozano formado por los italianos Juan Buzzi y Juan Gussoni. Estos escultores habían nacido en Viggiú (Lombardía). Los dos se trasladan a Zaragoza en torno a 1907-1908, cuando la ciudad se preparaba para celebrar la Exposición Hispano-Francesa. Buzzi y Gussoni establecieron su taller en la calle Cádiz nº 5 de Zaragoza (Entre 1935 y 1939 varió la orientación de esta calle, de manera que el número 5 se transformó en el 14). En su primera época se especializan en una escultura funeraria y decorativa de sabor modernista, aplicada esta última a fachadas de edificios como el antiguo Casino Mercantil. Tras la muerte de Juan Gussoni y de Juan Buzzi, toman las riendas del taller familiar los hijos de este último: José y Carlos Buzzi. A partir de los años 1940 el negocio fue variando. Los encargos de estatuaria disminuyeron y los hermanos Buzzi se dedicaron especialmente a la elaboración de altares de alabastro. Fue entonces cuando abrieron taller en la calle Arzobispo Doménech para los encargos de mayor envergadura. El local de la calle Cádiz quedó como tienda y exposición de pequeñas obras de alabastro, columnas y lápidas. El taller fue cerrado hacia 1967-1968, dedicándose los hermanos Buzzi a otras actividades, hasta su fallecimiento en la propia ciudad de Zaragoza.  Aunque las esculturas de Buzzi-Gussoni llevaban su firma, en las conservadas en el cementerio de Alagón no la hemos encontrado. No obstante,  la iconografía (similar a la de otros panteones zaragozanos realizados por estos autores) y las características formales de estos panteones  no ofrecen dudas en cuento a su autoría. Las obras de nuestro cementerio que se pueden atribuir sin la menor duda a estos escultores italianos son las siguientes:

Panteón de la familia Parroqué. La sepultura está directamente inspirada en la de los Marqueses de Montemuzo del cementerio de Torrero de Zaragoza, realizada en 1916.  Construida enteramente en piedra, presenta una cama que imita un sarcófago de cubierta a doble vertiente con faja horizontal moldurada en bocel en sentido longitudinal. En la zona de los pies del sarcófago se concentra la mayor parte de la decoración escultórica. Allí, sobre un breve podio, dos columnas de basa decorada con motivos de trenzado y fuste liso soportan cimacios vegetales (con rosas el situado en el lado izquierdo y crisantemos el del lado derecho) y un frontón curvo moldurado y rebajado, cuyo tímpano se decora con un escudo coronado de la orden carmelita colocado ante un paño colgante, entre ramos de flores. Las columnas flanquean el acceso a la cripta inferior, que se realiza a través de una placa calada de piedra decorada con una cruz latina dispuesta en diagonal y cardinas de ritmo curvo. Sobre el sarcófago se conservan cuatro ramos de rosas pétreas, dos de los cuales están colocados sobre el frontón.
La cabecera se alza sobre la cama. Consta de una base con floreros convexos en tres de sus lados y la inscripción "FAMILIA PARROQUE" grabada en relieve. Sobre esta base, de la que penden guirnaldas de hojas de laurel con bayas, aparece una gran nube de la que surgen tres ángeles orantes. Se trata de una equilibrada composición piramidal en la que se inscribe un círculo formado por las alas en torno a un libro abierto sobre el que reza la leyenda "MEMENTO/HOMO QUIA/PULVIS ES/ET IN PUL/VEREN/REVER/TERIS" (Libro del Génesis 3:19)  y "FIDES/SPES/CHARITAS". Los ángeles situados a los lados tienen las manos cruzadas sobre el pecho y llevan túnica de cuello redondo, mangas amplias y cortas, y la sujetan con ceñidor. Sin embargo, el ángel central viste túnica sin ceñidor, de magas largas y ceñidas; lleva el pelo más largo y ondulado y une las manos ante el pecho en actitud de oración. El tratamiento de los paños, con pliegues paralelos y profundos, es correcto. Los andróginos y jóvenes rostros, de belleza idealizada, expresan serenidad y una cierta melancolía. El conjunto se remata con una pequeña cruz latina en cuyo centro se dispone un medallón con el rostro de Cristo.
 
Panteón Saura. La cabecera consta de una escultura de la Virgen Dolorosa junto a una cruz colocada sobre un pilar. El pilar, de fuste liso sin textura rugosa y sin capitel, se alza sobre un breve podio se decora con flores (especialmente crisantemos) y hojas en la zona inferior y con una corona de flores (adormidera, rosas y nomeolvides), atada con una filacteria en la que aparece la inscripción "FAMILIA SAURA" y que prende de la parte superior. La cruz es lisa, sin decorar, y también de textura rugosa. La Virgen viste túnica de manga larga y se cubre la cabeza con velo. El tratamiento de los paños es correcto, con pliegues profundos y dinámicos, algunos en zig-zag reforzando la verticalidad de la figura. Gira la cabeza hacia la derecha y se lleva las manos al pecho en señal de dolor, sujetando una corona de espinas, símbolo de la Crucifixión de su hijo. La imagen adquiere mayor dinamismo gracias al giro de la cabeza.
Panteón de Modesto Gracia. En la cabecera aparece, ante una cruz lisa, un ángel sobre una base de nubes con la inscripción "FAMILIA DE MODESTO GRACIA JULVE" en una cartela. Viste una túnica de amplias mangas que deja al descubierto uno de los hombros. En la mano derecha porta una corona de flores (rosas, crisantemos, campanillas y amapolas) y hojas y se lleva la mano izquierda al pecho en señal de dolor. Los cabellos, largos y sueltos, caen en bucles a los lados; el flequillo se ha trabajado en gruesos mechones. Los ojos aparecen entrecerrados, creando efectos de sombra. El rostro es afeminado, sereno y de expresión contenida. Las alas están trabajadas paralelas al cuerpo. Frente al minucioso clasicismo de las alas y los paños descrito en el panteón de Vera, en esta obra se ha optado por una solución de corte más simbolista. La hemos datado en la década de los años 20 del siglo pasado.
Panteón de Joaquín Borao. Consta de un ángel de alas paralelas al cuerpo, en pie, sobre un pilar de nubes en el que aparece una cartela rodeada de hojas con la inscripción "PROPIEDAD DE D. JOAQUÍN BORAO Y ESPOSA". El ángel lleva la mano a los labios pidiendo silencio, siendo esta una iconografía muy difundida en cementerios de toda España. A los pies del sepulcro encontramos una placa de piedra calada de similar factura a la descrita en el panteón Parroque, aunque de menores proporciones. Este panteón debió de ser propiedad de D. Joaquín Borao Cuenca, el que fuera alcalde constitucional de Alagón de 1912 a 1915, diputado provincial en varios periodos y concejal de nuestro Ayuntamiento entre 1931 y 1934 y en 1936. Actualmente se halla en un lamentable estado de abandono.
Panteón de Ponciano Vera. Sobre un basamento cuadrado en el que aparece en relieve la inscripción "PROPIEDAD DE D. PONCIANO VERA", se alza un ángel de tamaño natural, de pie, con un ramo de flores en la mano derecha y abrazando a una cruz con la izquierda. Dicha cruz se sitúa coronando un pilar de fuste liso en cuya base escalonada apoya el ángel su pie izquierdo, contribuyendo así a romper la frontalidad y rigidez que se observa en esculturas coetáneas. Esta obra es, de todas las conservadas en el cementerio de Alagón, la que muestra con más claridad el influjo del estilo modernista. Esto es así por la inconfundible tipografía de líneas ondulantes empleada para la inscripción "FAMILIA DE PONCIANO VERA" que aparece en el mencionado pilar y por el carácter naturalista de la representación escultórica del ángel. En este destaca el tratamiento de los paños, con interesantes efectos de claroscuro. También el de las alas, que se encuentran desplegadas y están labradas cuidadosamente con plumas detalladas e individualizadas. Las facciones del rostro son suaves y redondeadas, de belleza clásica; en ellas el escultor ha sabido expresar una profunda melancolía. El estado de conservación es óptimo, merced al mantenimiento realizado por la familia propietaria.
Todo intento de convertir el cementerio de Alagón en un recurso turístico ha de venir precedido por una serie de actuaciones público-privadas que pongan en valor los más destacados elementos histórico-artísticos que este recinto alberga y los preserven de potenciales agresiones que puedan poner en peligro su integridad. Precisamente uno de los objetivos de este artículo que hoy publicamos era llamar la atención a los vecinos de Alagón sobre el deficiente estado de conservación que presentan algunos de los monumentos funerarios más antiguos de nuestro cementerio. La falta de sensibilidad que hay en la sociedad hacia este patrimonio tiene mucho que ver con esta situación. El arte funerario se ve afectado por los mismos agentes de deterioro que el arte público situado en el espacio urbano. La lluvia y los agentes atmosféricos hacen auténticos estragos sobre la piedra con las que están fabricadas muchas esculturas. El mármol o el bronce son materiales que resisten en buenas condiciones al paso del tiempo; sin embargo en nuestro cementerio se emplearon materiales más humildes (y endebles frente a la erosión) como puede ser la piedra caliza. Pero el factor que sin duda más daño hace al patrimonio funerario es el humano, tanto por las acciones vandálicas como por el abandono al que se ve sometido por parte de las familias propietarias y, en su caso, de las autoridades municipales.  En Alagón, por suerte, no tenemos que hablar de vandalismo en el cementerio, pero sí de abandono, de un abandono que no debería ignorarse por más tiempo. Buena parte de los enterramientos que hay en el cementerio de Alagón se encuentran en estado de dejadez, bien porque la familia ya no vive y no puede hacerse cargo, o por, simplemente, desentenderse de esta labor. En el caso de que la familia no se haga cargo, el Ayuntamiento debería ordenar la ejecución subsidiaria de las obras, trasladando a los propietarios, cuando existan, los gastos de la intervención. Sin embargo, a día de hoy, esta práctica no se está dando en nuestro cementerio, lo que ha causado que algunos conjuntos muestren ya un avanzado estado de deterioro. La nómina de enterramientos que se encuentran en esta situación es muy significativa. En el panteón Parroqué se ha perdido la parte superior del ala del ángel del lado derecho y el rostro de Cristo ha quedado desfigurado a consecuencia de la fragmentación de la piedra. La cruz se halla muy deteriorada y con el tiempo podría llegar a caer. Del panteón de José Manso debemos reseñar la pérdida parcial de la corona floral que rodea la cruz situada sobre su frontispicio. Por último, el ángel del panteón de Borao ha sufrido pérdidas volumétricas en la parte superior de las alas. Asimismo, estos enterramientos y otros muchos muestran el ataque de líquenes y otros agentes vegetales que perturban la contemplación de las obras. El PGOU de Alagón debería incluir en su regulación todo lo relativo al mantenimiento y conservación por parte de los particulares del cementerio, pues su interés como conjunto histórico está fuera de toda duda. En cualquier caso, los propietarios de enterramientos históricos deberían contraer la misma obligación  que la Ordenanza de convivencia urbana establece para las viviendas: Los propietarios de las construcciones están obligados a mantenerlas en buenas condiciones de conservación, seguridad, salubridad y ornato público.

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