sábado, 10 de junio de 2017

Un Cristo de Alagón en una colección particular madrileña.

Antes de que se edificara la actual iglesia barroca de San Juan Bautista de Alagón, se alzaba en su solar una ermita de la misma advocación. Dispuso esta ermita de un importante retablo, que construyó en torno a 1528 el escultor francés Gabriel Joly por encargo de las Cofradías de la Trinidad, San Juan y San Miguel de Alagón. El autor cobraría por él 2.000 sueldos, de los que traspasó 1.200 a Juan Sánchez en noviembre de 1528, según documento conservado en el Archivo Histórico Provincial de Zaragoza. En la visita pastoral de 1543, el visitador dejó constancia de la calidad de esta obra escultórica: "un altar de maçonería sobredorado muy bueno, excepto que la metad del pie restaba por acabar de pintar".


A causa de guerras, saqueos, desamortizaciones y años de abandono, este retablo se creyó perdido, pero hemos sabido, gracias a un artículo de D. Fernando Tabar Anitua, que se salvó un Crucificado -que remataría el conjunto- y que actualmente se conserva en una colección particular de Madrid. El anticuario madrileño que lo vendió a sus actuales propietarios les dijo, en efecto, que lo había comprado en Alagón y que su dueño lo tenía en la cocina de su casa. No sabemos cuándo salió este crucificado de nuestro pueblo, pero debió de ser en fechas relativamente recientes, en algún momento del siglo pasado.


Se trata de una obra de arte excepcional, que presenta un buen estado de conservación, pese a la falta de algunos dedos de manos y pies. La policromía conservada parece ser la original. Representa a Cristo muerto, sin la Cruz, y tiene las siguientes medidas: 80 x 64'5 x 15 cm.  Destaca el tratamiento anatómico de las extremidades y la delicada talla de los pliegues en el paño de pureza. Esta escultura se enmarca plenamente en el arte del Renacimiento y la cabeza recuerda al modo de trabajar del maestro Damián Forment, aunque todavía se aprecie en ella la huella del tardogótico.

Sería bueno que los alagoneses intentáramos recuperar este crucifijo para nuestro pueblo, pero el precio que podría alcanzar en el mercado del arte, suponiendo que sus propietarios quisieran venderlo, hace del todo improbable que pueda regresar algún día al lugar para el que fue creado.

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