sábado, 3 de septiembre de 2016

Cien años de una gesta con conexión alagonera

"Barcelona, archivo de cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata de firmes amistades, y en sitio y en belleza, única" MIGUEL DE CERVANTES

El próximo miércoles 7 de septiembre de 2016 se conmemorará sin fastos ni celebraciones el centenario de la inauguración del edificio del Centro Aragonés de Barcelona, un acontecimiento que tuvo una enorme repercusión en la época y que mereció los más entusiastas elogios de la opinión pública. Muchos lo interpretaron como el primer paso hacia el resurgimiento moral de Aragón, una tierra que, tras siglos de penurias, empezaba a despegar en lo material gracias a una incipiente industrialización. En 1916, Aragón despertaba de su largo letargo y reivindicaba sin complejos su historia y su cultura.  A través de este artículo, Vida Alagonesa se propone dar a conocer las claves de una destacada efeméride que, por el motivo que veremos a continuación, deberían conocer todos los habitantes de Alagón.



El Centro Aragonés de Barcelona se había fundado en 1909 con la intención de dar una respuesta a las necesidades culturales y asistenciales de la numerosísima colonia aragonesa que, atraída por las posibilidades que ofrecía la pujante industria catalana, se había instalado en la ciudad condal. Y es que según los cálculos que se manejaban entonces, hasta un veinte por ciento de la población lo componían hijos de las tres provincias aragonesas. Con más de un siglo de trayectoria, el Centro Aragonés de Barcelona es hoy un referente cultural por las numerosas actividades que organiza, además de la más palpable demostración de que la convivencia entre aragoneses y catalanes es posible (y necesaria). En atención a esta extraordinaria trayectoria, el Ayuntamiento de Barcelona acordó unánimemente concederle en el año de su centenario, en 2009, la medalla de oro al mérito cívico, reafirmando así un antiguo compromiso de amistad entre aragoneses y catalanes. Que nadie tienda fronteras entre nosotros. Somos dos pueblos que, por razones de historia compartida y de proximidad geográfica, estamos condenados a entendernos y solo a través de una buena relación de vecindad podremos construir el futuro de paz y progreso que ambas comunidades anhelamos.



En 1913 se va a producir un hecho determinante para el futuro del Centro Aragonés. Accede a la presidencia D. Pascual Sayos Cantín (1869-1948), quien en breve plazo logrará, aunando voluntades, materializar el pretendido deseo de construir una sede social propia. Pero sin los más elementales medios económicos, la empresa será harto difícil. Para poder ver el sueño cumplido, Sayos tiene que batallar en los medios oficiales (Ayuntamiento y Diputación de Zaragoza le conceden subvenciones) , luchar con los aragoneses pudientes de Barcelona e incluso pedir limosna en los pueblos de Aragón. Se encarga el proyecto a Miguel Ángel Navarro, uno de los arquitectos zaragozanos más prestigiosos del momento, que diseñará un edificio ecléctico con claras reminiscencias de los palacios aragoneses del Renacimiento. La primera piedra se coloca por fin el 31 de mayo de 1914 en el solar que ocupaba el antiguo Convento de Valdonzella, sito en la calle Poniente, que a propuesta de los aragoneses lleva desde 1923 -hasta hoy- el nombre de Joaquín Costa.



A pesar de ser un día laborable, el día 7 de septiembre  de 1916 se pudo sentir en las abarrotadas calles del centro de Barcelona el ambiente festivo de las grandes solemnidades. Los actos de la inauguración se iniciaron a las diez de la mañana con la marcha de la comitiva oficial, encabezada por la Banda Municipal de Barcelona, desde la antigua sede del Centro, en la calle Sepúlveda, hasta el nuevo edificio. A la entrada de este, el presidente D. Pascual Sayos cedió al alcalde de Zaragoza, Sr. Salarrullana, el honor de inaugurar simbólicamente la obra, pero antes de hacerle entrega de la llave pronunció estas breves palabras: "(...) permitidme que exprese mi simpatía por esta simpática e hidalga Cataluña, que evoque el nombre amado de Aragón y manifieste mi ardiente amor a España ¡Viva Cataluña! ¡Viva Aragón! ¡Viva España!". Las celebraciones prosiguieron en el teatro del Centro, donde pronunciaron discursos las principales autoridades políticas que habían asistido a la celebración. Fue entonces cuando el alcalde de Zaragoza alabó la gesta en una alocución impregnada del retórico gusto tan en boga a principios del siglo XX: "Y así como aquellos [los antiguos griegos] tenían un héroe que les guiaba y les conducía a la cima de sus grandes empresas vosotros también habéis tenido un héroe, Pascual Sayos, que con su firmeza, con su inquebrantable voluntad ha sido el alma de esta obra de que hoy, completamente terminada, os posesionáis, y con vosotros se posesiona Aragón". Los festejos se prolongarían durante varios días. El día 8 se inauguró una exposición de arte aragonés y el día 9 se ofreció en el Gobierno Civil un banquete en honor a los dirigentes aragoneses. Pocos días después se publicaba un número extraordinario del Boletín del Centro Aragonés. Este boletín se iniciaba con un homenaje que su redacción ofrecía al presidente Pascual Sayos por su enorme empeño y tesón en la construcción del nuevo edificio.



Toda la prensa, aragonesa y catalana, se hizo eco de la noticia de la inauguración y los diarios dedicaron durante varios días extensas crónicas a tan magno acontecimiento. Las principales cabeceras aragonesas no escatimaron en medios y enviaron una nutrida representación de periodistas a la ciudad condal: Juan Manuel Castro, por La Crónica de Aragón; Juan José Lorente, por el Heraldo de Aragón y Juan Marco Elorriaga, director del Diario de Avisos, en representación de aquel periódico. También la prensa nacional se ocupó de la noticia. Este es el caso de Mundo Gráfico, La Correspondencia de España, Heraldo de Madrid, El Imparcial, ABC y Blanco y Negro. Incluso la prensa más humilde, local o comarcal, trató de reflejar en sus páginas lo acontecido; tal fue el entusiasmo que causó la inauguración. El Ribagorzano de Graus, El Pueblo de Alcañiz o el semanario jacetano La Unión son buena muestra de ello. Reproducimos un fragmento de este último: "Y cuanto se diga de este acto, que repetimos fue inenarrable, es pálido reflejo de lo acontecido, y todo obra de un puñado de buenos aragoneses que, siguiendo devotos las iniciativas de un hombre bueno como D. Pascual Sayos, ha logrado conseguir el más grande éxito en los primeros pasos hacia una era toda de esperanzadoras realidades muy provechosas a la Nación".


Llegados a este punto, debemos desvelar por qué esta efeméride es importante para todos los alagoneses. Es importante porque su principal protagonista, D. Pascual Sayos Cantín, tenía fuertes vínculos con nuestro pueblo. Si bien nació en Zaragoza, en Alagón vivió los más determinantes años de la vida de una persona, aquellos en los que se construye la personalidad, y tal afecto profesó a estas calles, que a Alagón consideró siempre su lugar natal. En Alagón  fue donde consagró su vida a ayudar a las gentes más necesitadas y también donde exhaló su último suspiro en el verano de 1948. Pero realmente, ¿Quién fue Pascual Sayos? Muchos lo recuerdan por el hecho de que la céntrica y bulliciosa Plaza de Fernando el Católico, más conocida como El Paradero, llevó durante un tiempo su nombre.  Pero más allá de eso, de recuerdos vagos e ideas infundadas, poco se conoce de una figura que Alagón ha olvidado, no así Barcelona, una ciudad donde hoy todavía se le recuerda con gran respeto. Tras meses de investigaciones, Vida Alagonesa ha  logrado reescribir parte de su interesante y controvertida biografía, que tendrán la oportunidad de conocer nuestros lectores en los próximos meses. Por ahora, tan solo les ofreceremos un pequeño adelanto, que les permita intuir la importancia que llegó a tener este personaje histórico. Su curriculum es impresionante. Sayos se hizo merecedor de la medalla de oro de la ciudad de Zaragoza, que le impuso el alcalde Laguna Azorín el 8 de diciembre de 1917; fue nombrado académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Luis de Zaragoza en 1930 e hijo predilecto de la villa de Alagón en 1934; fue protector de la cultura, escritor aficionado, ejemplo de emprendedor, aragonesista convencido, empresario de éxito y benefactor de los aragoneses. Todo eso y más fue Pascual Sayos. Con el pretexto de un oportuno centenario, sirva este escrito de humilde homenaje a nuestro ilustre paisano.


La inauguración del Centro Aragonés fue una gesta que los aragoneses de hoy deberíamos reconocer con admiración y tomar como ejemplo para el presente. Muy pocas casas regionales en España han logrado lo que el Centro Aragonés y, mucho menos, hace cien años. Esto demuestra que la gente de esta tierra está por encima de los tópicos y estereotipos, a veces insultantes, con que nos simplifican y caricaturizan desde fuera. La gente de Aragón ha demostrado en reiteradas ocasiones su tenacidad, su capacidad de esfuerzo, su creatividad y, en ocasiones como la que ahora recordamos, que sabemos estar unidos en torno a los proyectos que nos hacen grandes. Goya, Ramón y Cajal, Juan de Lanuza y tantos otros aragoneses de voluntad inquebrantable nos marcan el camino. Si sabemos seguir su ejemplo y aprender de sus mejores virtudes, habremos ganado el futuro para nosotros y nuestros hijos.

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