sábado, 14 de enero de 2023

Miguel Arnaudas y la música religiosa

 En 1913, diez años después de la promulgación del Motu Proprio "Tra le sollecitudini", que pretendía reformar la música sacra, Miguel Arnaudas quiso aclarar algunos conceptos y rebatir opiniones infundadas sobre la aplicación de las nuevas directrices. Según Arnaudas, a la hora de "determinar que una obra de música es o no religiosa", por encima de gustos y juicios particulares, "están bien concretas las normas a que debe sujetarse dicha música; normas dadas por quien puede darlas", en referencia al gran pontífice reformador que fue Pío X. Con anterioridad a la aparición del Motu Proprio, que determinó concretamente las condiciones esenciales que debía tener la música religiosa polifónica; se había ido imponiendo entre los maestros compositores la forma melódica libre, en detrimento del tradicional género contrapuntístico, imitado y fugado. 

Partiendo de esa premisa, Arnaudas reconocía que los compositores del siglo XIX habían seguido un camino equivocado, al tiempo que reivindicaba la inspiración y calidad artística de sus obras: "Creo, en efecto, que el maestro Lozano, mi muy querido e inolvidable maestro, se equivocó en esa obra [su famosa Salve solemne] y en otras, en cuanto al género verdaderamente religioso se refiere, como se equivocaron sus antecesores en el magisterio de Capilla del Pilar; como se equivocaron los de fuera de aquí; como se equivocó el mismo Eslava, a pesar de su escuela de composición y de sus grandes trabajos para el buen encauzamiento de la música religiosa". 

Los maestros que menciona Arnaudas en su escrito (Prádanos, Olleta, Doyagüe, Rodríguez de Ledesma, etc.) compusieron sus obras a la manera de la música profana que se escuchaba en salones y teatros, con un empleo brillante de la orquesta, "considerándola no sólo como elemento de gran sonoridad, sino también de gran variedad, por sus diferentes timbres y multitud de divisiones y aplicaciones que de ella se pueden hacer al unirse a los elementos vocales; demostrando muchos de dichos maestros tal pericia en el manejo de la orquesta, así considerada, que el interés dado a ella en no pocas de sus obras, sobrepuja mucho al que le dieran otros maestros de fama, en sus obras lírico-dramáticas". 

Arnaudas afirmaba que en las catedrales de Zaragoza se seguían ejecutando "repetidamente y hasta con cierto aplauso" estas obras de ecos rossinianos o meyerberianos, pero estaban, en su opinión, en trance de desparecer de los templos "para siempre, por no encajar su factura, según ya he indicado, en las disposiciones dadas por la Iglesia". Entre tanto, se habían tomado ya algunas decisiones en favor del decoro y el "buen gusto", como suprimir la percusión en la ejecución de algunas obras religiosas, "a grande orquesta", que figuraban en los archivos catedralicios por herencia del siglo anterior. El propio estilo compositivo de Arnaudas iría evolucionando hacia la severidad polifónica de la escuela aragonesa. 

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