sábado, 8 de octubre de 2016

Alagón tiene una deuda histórica con Juan Pablo Bonet

Recordarán que el pasado 1 de octubre les contábamos la crónica de nuestra excursión al Castellar, paraje en el que existió en tiempos una populosa villa - despoblada en la actualidad- y fue precisamente en ella donde  nació el personaje histórico al que hoy dedicamos nuestro reportaje. La casualidad es que dicho personaje, Juan Pablo Bonet, ha aparecido estos últimos días hasta en dos medios de comunicación distintos: Heraldo de Aragón y Ribera 2000.  Fue en el suplemento escolar del Heraldo del pasado miércoles donde apareció un artículo firmado por D.ª Marisancho Menjón en el que de forma sencilla y clara explicaba a los más jóvenes la importancia del autor del tratado "Reducción de las letras y Arte para enseñar a hablar a los mudos".  Pero también leemos en Ribera 2000 Nº 808 que Torres de Berrellén quiere poner en valor la figura de Juan Pablo Bonet. Antes de entrar a valorar la noticia, nos parece conveniente entresacar el primer párrafo: "Torres de Berrellén tiene un gran potencial todavía por explotar para el desarrollo socio-cultural en torno a la figura de Juan Pablo Bonet y su obra por lo que se han puesto en marcha en la localidad un proyecto para la puesta en valor del torrero más ilustre. La iniciativa pretende promover actividades alrededor de su figura y el primer objetivo es potenciar la interacción con la agrupación de personas sordas". 

Sin querer enemistarnos con nuestros vecinos, debemos reivindicar que Juan Pablo Bonet es casi tan alagonés como torrero. Dos jalones principales marcan la vida de toda persona: nacimiento y muerte. En la vida de Pablo Bonet, Torres representa el primer momento, Alagón el postrero. Y puesto que en Torres se han propuesto recuperarlo, nosotros deberíamos hacer lo propio, máxime si tenemos en cuenta que Alagón cometió hace décadas un imperdonable agravio hacia la memoria de este prohombre y todavía hoy no lo hemos reparado.


¿Cuáles eran los vínculos que le unían a Alagón? En primer lugar, los familiares. El hermano menor de su abuelo Francisco, Juan, antes del abandono del Castellar se había trasladado a Alagón, donde lo hallamos residiendo con su esposa Jerónima de Gavade en 1574. También residían en Alagón los Compán, una familia emparentada con los Bonet. En su testamento, Juan Pablo habla de "Raymundo de Compán, mi sobrino, hijo de Geronimo Compán, mi primo". Padre e hijo debían tener en Alagón otros parientes, pues leemos en 1593 "yo Joan de compan mayor Infançon domiçiliado en la Villa de alagon allado de presente en el lugar de torres de berrellen [...] ago procurador mio a martin de compan mi hijo". A tenor de la documentación de la época, parece ser que se trató de ocultar en cierta medida el parentesco existente entre los Compán y Juan Pablo Bonet. La razón bien pudiera ser el origen judeoconverso de los Compán y del propio Juan Pablo, un estigma que en el siglo XVI podía inhabilitarte para desempeñar oficio o cargo público, en los que se exigía acreditar la "limpieza de sangre".


El segundo vínculo de Juan Pablo Bontet con Alagón quizá esté también en relación con esa supuesta ascendencia judaica. Para la mentalidad hidalga de la época, la mejor forma de ocultar a ojos de los demás este inconfesable secreto era a través de la realización de obras pías. Y eso es precisamente lo que hizo el 20 de junio de 1622 junto a su primo Jerónimo Compán.  El año anterior, un pariente de ambos, D. Jerónimo Alcañiz y Compan, había fundado en Alagón el Convento de Nuestra Señora de la Concepción de monjas franciscanas. Sus primeras moradoras procedían de los Conventos de Santa Clara de Borja y Santa Clara de Tudela. Pues bien, en junio de 1622 Juan Pablo Bonet acababa de regresar de Roma, a donde había acompañado al conde de Monterrey en misión diplomática. Es entonces cuando se convierte en patrono de las monjas franciscanas de Alagón. Algunas de las prerrogativas que otorgaba este nombramiento era colocar su escudo de armas en la iglesia así como construir un enterramiento en su interior. Esta prerrogativa la hizo valer poco antes de su muerte.

En 1633 se añadió un codicilo al testamento original de Pablo Bonet, en el cual se modificaba la cláusula que establecía donde había de ser enterrado a su fallecimiento. Establece dos sepulturas, una provisional en Madrid, lugar donde le sorprendió la muerte, y otra definitiva, en Alagón. ”… que si Nuestro señor fuere servido de le llevar (sic) de la presente enfermedad, sea su cuerpo depositado en la iglesia y monasterio del señor san Martín, en la sepultura que allí tiene, de donde manda que Don Diego, su hijo, con la mayor brevedad que sea posible aga (sic) llebar sus guesos (sic) al entierro de Nuestra señora de la Concepción de la villa de Alagón de la que es patrón”.

Asimismo, y para la salvación del alma del finado, su mujer debía fundar en el Convento una capellanía, que estaría dotada de una importante aportación económica. La documentación que acredita las últimas voluntades de Pablo Bonet se encuentra en el Archivo Histórico Nacional, Sección Clero: “[…] yo doña Mencía de Ruicereço viuda del difunto Juan Pablo Bonet […] digo que el testamento cerrado que el dicho mi señor y marido y yo otorgamos de un acuerdo y conformidad en la Ciudad de Guadalajara a dos dias del mes de Agosto del año de mil seiscientos y veinte y ocho y por otro codicilo que ottorgo el dicho mi marido tambien cerrado en esta dicha villa (de Madrid) en treinta de henero del año de (mil) seiscientos y treinta y tres que por su muerte se abrieron con la solemnidad del drecho por mandado de la Justicia ordinaria de esta villa ante el presente escribano (Jerónimo Sánchez de Aguilar) en dos de febrero del dicho año mandamos se fundase una Capellanía de una misa perpetua todos los dias en el monasterio de nuestra señora de la Concepción de Alagon por nuestras almas y de nuestros padres y deudos […]”.

Este convento, como saben ustedes, fue tristemente derribado hace unas décadas. Además de una pérdida irreparable para el patrimonio histórico fue, como acabamos de ver, una injusticia hacia la memoria de este pionero de la fonética y la logopedia.  De este modo, D. Antonio Gascón, que estaba escribiendo un artículo de divulgación sobre la vida y obra del torrero, se pone en contacto en abril de 1985 con el Ayuntamiento de Alagón para recabar información, sabedor de que la última voluntad de Juan Pablo era ser enterrado en el Convento del que era patrono. Esta fue la respuesta del por entonces alcalde D. Rogelio Castillo: “En contestación a su atento escrito recibido en esta Alcaldía el día 11 del actual […], me complace comunicarles lo siguiente:
Efectivamente ha sido derribado el Monasterio de Nuestra Señora de la Concepción, que aquí era conocido como Iglesia de Religiosas Franciscanas.
En cuanto a los restos que había enterrados en la cripta de la mencionada iglesia fueron depositados en varios nichos que la Congregación adquirió en el Cementerio de esta localidad, y con objeto de aclararles si entre ellos estaban los de Juan Martín Pablo Bonet (sic), he recabado informes de la Superiora del convento de Religiosas Franciscanas de la Inmaculada, que regentan el Colegio de sordomudos, en Zaragoza, por si tuvieran el archivo de la fundación y hubiera constancia en él si efectivamente y en qué fecha fue enterrado, habiéndoseme contestado que ella no tenía noticia alguna del mismo, por cuyo motivo lamento no poder aclararles este extremo […]”.

Después de que las pesquisas por él realizadas concluyeran en un rotundo fracaso, D. Antonio Gascón ha llegado al siguiente razonamiento, que les reproducimos literalmente por considerarlo de sumo interés: "En resumen, el autor actual no puede afirmar, ni a favor ni en contra, que los huesos de Pablo Bonet fueran trasladados desde Madrid a Alagón (Zaragoza), hipotéticamente, cuando su viuda, fundó aquella capellanía en 1652. Del mismo modo que tampoco está en condiciones de poder afirmar que cuando se derribó aquel convento de Alagón, antes del año 1985, sus huesos estaban depositados allí, y que de acuerdo con los comentarios del alcalde, estos puedan estar hoy en día, depende, depositados en un nicho del cementerio municipal de Alagón, o en el río Ebro, al ir a parar allí muchos de los escombros de aquel edificio del siglo XVII, según el testimonio de algunos vecinos, ya que los escombros de las obras locales, en aquella época, servían para reforzar los diques de defensa del río".

Desalentados por estas palabras y queriendo confirmar con mayor certeza la triste posibilidad de que los restos de Juan Pablo Bonet hubieran podido acabar así, con la mayor indignidad, VIDA ALAGONESA se ha puesto en contacto con D. Manuel Serrano Villalba, historiador y uno de los mayores expertos en estos asuntos. Él tuvo la oportunidad de acceder a los enterramientos del convento antes de su derribo y puede aportarnos información de primera mano. Ante la pregunta de si Juan Pablo Bonet estaba enterrado en el convento, Serrano abre la posibilidad de que dicha inhumación no llegara a producirse puesto que ninguno de los nichos que pudo ver contenía inscripción alguna que lo identificara. Es de suponer que si Juan Pablo Bonet hubiera estado enterrado en el Convento de las Monjas, dada su condición de patrono del establecimiento religioso, se habría señalado de forma debida su tumba con su nombre y su escudo de armas perpetuando así su memoria. De estar en lo cierto, los restos de Pablo Bonet no habrían sido trasladados nunca de su tumba provisional en el monasterio benedictino de San Martín de Madrid, un edificio que también fue derribado por lo que, la única certeza que tenemos es que sus restos mortales se han perdido para siempre.

En cualquier caso, habría que pedir perdón a todos los habitantes de Torres de Berrellén por no haber hecho todo lo posible para salvar el enterramiento de su hijo más ilustre. Alagón podría haberse convertido junto con Torres en lugar de peregrinación laica de personas sordas, pero hemos dejado pasar de largo esta gran oportunidad. Como acto de reparación o desagravio se nos ocurren tres posibilidades: dedicarle una calle (mejor serán los nombres de los territorios de la Corona de Aragón), una placa en la Plaza de las Monjas que recuerde que allí se alzaba un convento del que Juan Pablo Bonet fue patrono o firmar un acuerdo de colaboración con el Ayuntamiento de Torres para organizar de forma conjunta una campaña de divulgación que lleve el estudio de este personaje a los colegios de ambas localidades. Nos gustaría que nuestra concejala de Cultura, D.ª Mª del Mar Cazaña García, tomara buena nota de estas propuestas. Solo con voluntad y altura de miras se podrá saldar una deuda histórica con Juan Pablo Bonet.

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