sábado, 15 de octubre de 2016

Alagón tiene una deuda histórica con Juan Pablo Bonet (2ª parte)

Continuamos con la segunda parte de nuestro humilde homenaje a Juan Pablo Bonet. Si en la anterior entrega nos ocupábamos de la realidad histórica, de los vínculos ciertos existentes entre este personaje y Alagón; la presente la dedicaremos a hablar de la ficción histórica. Es decir, de aquellos datos que historiadores y biógrafos consideraron correctos durante años pero que hoy, a la luz de nuevas investigaciones, descartamos por haberse demostrado su manifiesta falsedad. El iniciador de los estudios modernos sobre Juan Pablo Bonet fue el lingüista D. Tomás Navarro, autor de unos  breves pero bien documentados Datos biográficos, auténtico punto de partida de todos los trabajos que se han escrito posteriormente sobre el ilustre torrero. Tomás Navarro se procuró nuevos documentos a añadir a los conocidos, entre los que ocupa un lugar muy destacado el expediente Pruebas de caballeros, que contiene la encuesta de averiguación de la nobleza y limpieza de sangre de Juan Pablo. En su realización se invirtieron 117 jornadas en total por parte de cinco equipos distintos, que entre el 2 de noviembre de 1626 y el 12 de noviembre de 1627 se movieron en lugares tan lejanos entre sí como Jaca y Agudo (Ciudad Real). Los investigadores también estuvieron en Alagón, donde recogieron el testimonio de María Tarazona, natural del Castellar y avecindada en nuestra villa. Sobre la apoyatura documental de la obra de Navarro, el tarraconense D. Miguel Granell y Forcadell publicó en 1929 su Homenaje a Juan Pablo Bonet. En este escrito hallaremos el origen de la mayoría de las  falsedades que sobre Pablo Bonet se han dicho, algunas de las cuales han llegado hasta el presente a través de las enciclopedias y libros de divulgación. No fue hasta 1995 cuando D. Ramón Ferrerons y D. Antonio Gascón se propusieron abordar la figura de Pablo Bonet desde la precisión y el rigor metodológico, en su obra Juan Pablo Bonet. Su tierra y su gente. Ambos autores trataron de desterrar las ideas infundadas que se habían dicho hasta entonces. El libro, del cual hemos extraído gran parte de la información que reproducimos en este artículo, fue editado conjuntamente por la Diputación de Zaragoza y el Ayuntamiento de Torres. Escribió el prólogo otro torrero ilustre, D. Antonio Caparrós Benedicto, el que fuera Catedrático de Psicología y Rector de la Universidad de Barcelona. Entre otras cosas, Caparrós afirmaba en su escrito que "los de Torres tenemos la responsabilidad de fomentar su conocimiento histórico [de Pablo Bonet]". Como apuntábamos la semana pasada, creemos que Alagón comparte con Torres una porción de dicha responsabilidad, que no debemos seguir ignorando por más tiempo.
¿En qué consistió la labor pseudohistoriográfica de Granell? En fabular, como si de un literato se tratara, para completar los exiguos datos biográficos disponibles hasta lograr un extenso y pretencioso libro. No dudó en inventarse datos biográficos adicionales: "Su tío Bartolomé, que vivía en Alagón, se llevó a su sobrino Juan para que ingresara en la clase de instrucción primaria, que dirigía la Orden Franciscana [...] los Padres franciscanos [...]" Es decir, a partir de una lectura equivocada de D. Tomás Navarro por la que vincula a su tío Bartolomé con Alagón cuando, del testimonio de uno de los testigos de la encuesta se desprende que era su criado Juan Francés de Esclasate el natural de nuestro pueblo y no él mismo y, supuesta una decisiva relación tío-sobrino, dio por hecho el traslado del niño Juan al pueblo que, al fin y al cabo, estaba situado a poco más de una legua del suyo natal. Contribuye, por otra parte, a dar un aire de similitud a esta afirmación el hecho de que en Alagón, como ya sabemos, existiera un convento de franciscanas descalzas. Señalaremos de paso que en estas pobres franciscanas debió hallar la inspiración para sacarse de la manga a unos "Padres franciscanos" maestros de Juan Pablo. Lástima que durante la infancia de este no existiera en Alagón dicho convento.  El prestigio personal del autor, que era Director del Colegio de Sordomudos de Madrid, era razón suficiente para que sus fabulaciones circularan durante años sin que nadie se propusiera cuestionarlas.
Fue en 1930 cuando vio la luz Juan Pablo Bonet y su obra. Biografía y crítica, de Jacobo Orellana y Lorenzo Gascón. Estos, aunque incomparablemente más rigurosos que Granell, tampoco se libraron de cometer errores de interpretación de los documentos históricos. Dijimos la semana pasada que Pablo Bonet dispuso poco antes de morir la creación de una capellanía; su dotación económica provenía de un treudo sobre unas casas de la parroquia (barrio diríamos hoy) de San Gil en Zaragoza. Malinterpretando estos papeles, Orellana y Gascón llegaron a la conclusión de que Pablo Bonet "ordenó la fundación de una capellanía en la parroquia de San Gil (sic)" cuya escritura pretenden aclarar en nota, y donde se infiere que "se halla en el Archivo Histórico Nacional, Sección Clero, Franciscanos (sic) de Aragón, Zaragoza, Leg. 7" Orellana y Gascón se estaban refiriendo a los legajos de Alagón (que no de Aragón) y de franciscanas (en femenino) que no de franciscanos (en masculino). Quizá por este motivo nadie se dio cuenta de que los restos de Pablo Bonet podían estar enterrados en el convento de Alagón, un desafortunado "despiste" que décadas después lo condenaría al derribo, sin que se tuviera entonces la menor precaución hacia los restos óseos depositados en el edificio. Estos trabajos de Granell y de Orellana y Gascón evidencian una lamentable forma de hacer Historia, bastante común en otros tiempos, y nos recuerda el peligro de  que los historiadores no ejerzan su oficio con honradez y fidelidad a la verdad.
El 30 de noviembre de 1927 el Ayuntamiento de Torres tributó un gran homenaje a Juan Pablo Bonet. Fruto de aquella celebración, a la que había sido invitado el propio Granell, apareció el mencionado libro Homenaje a Juan Pablo Bonet. En cumplimiento de una promesa que había hecho a la prensa, Granell decidió incluir en la obra un retrato inédito del pionero de la educación de sordomudos. Y es que durante aquel homenaje de 1927 había afirmado "que si encontraba un retrato se elevaría una estatua a Bonet en el pueblo, a costa de su bolsillo particular". (Bonet tiene dedicados sendos monumentos en Madrid y Barcelona). Puesto que no halló el retrato, Granell, consumando manipulador de hechos y verdades históricas, tuvo la ocurrencia de urdir una falsificación y hacerla pasar por el retrato auténtico de Pablo Bonet. El presunto retrato, que reproducimos arriba, salió de la imaginación del artista sordo José Zaragoza siguiendo indicaciones de Granell. Con motivo del tercer centenario de la muerte de Pablo Bonet, la idea de Granell se hará efectiva, inaugurándose el 29 de octubre de 1933 en Torres un magnífico busto que había sido realizado por el escultor Félix Burriel tomando como modelo el dibujo de José Zaragoza. La construcción del monumento fue posible gracias a diversos donativos aportados tanto por ayuntamientos e instituciones como por particulares. El Ayuntamiento de Alagón contribuyó el 23 de enero de 1933 con 25 pesetas, una cantidad nada despreciable para la época y, desde luego superior a las aportaciones de otras localidades aragonesas como Pedrola (20 pesetas), Tauste (5 pesetas), Teruel (10 pesetas) o Cariñena (5 pesetas). Entre los particulares, una de las principales aportaciones fue la del ilustre torrero General Mayandía, que contribuyó con 100 pesetas. Este militar tuvo, durante un breve lapso de tiempo, calle en Alagón en agradecimiento a las gestiones que había realizado para la obtención de una subvención para la construcción de las escuelas de Barrio Nuevo, inauguradas en 1929. Pero esto ya es otra historia...

No hay comentarios:

Publicar un comentario